Hace ya quince años que Emile Bravo se adentró en el universo de Spirou mediante una obra de arte del noveno arte como “Diario de un ingenuo”. Dicho cómic fue la puerta de entrada a una nueva vía abierta en el universo magnificado por Franquin en los años cincuenta y sesenta y que tuvo continuación en los cuatro álbumes que conforman “La esperanza pese a todo”, la saga más importante surgida del mundo de Spirou y Fantasio desde los años de gloria del genio belga al frente de la serie.
Tamaña afirmación está avalada por una conjugación sublime entre dibujo y guion.
De trazo tintinesco, el arte visual de Bravo es profundamente narrativo, al igual que el gestado por Herge al frente de su obra por antonomasia.
En cuanto a los diálogos, estamos ante una obra que respira humanismo por los cuatro costados, con el telón de fondo de la invasión nazi en Bélgica durante la Segunda Guerra Mundial.
Dicho escenario es perfecto para gestar un ecosistema social donde el autor francés siempre antepone el costumbrismo a los arquetipos de violencia emocional tan manidos en esta clase de relatos. Lo suyo es pura cirugía del alma, capaz de extraer humor en las situaciones más duras, siempre desde una sencillez que enfatiza el aspecto humano de unos personajes como Spirou y Fantasio sublimes en su contraste entre la sensatez del primero y la chifladura arrebatada del segundo.
Pocas veces funcionó tan bien la química entre ambos, subrayada ante el memorable carrusel de subtramas que han ido brotando a lo largo de las diferentes partes de esta saga que con este cuarto volumen llega a su fin dejando un sabor de boca inmejorable.
No en vano, lo que aflora en esta sucesión majestuosa de viñetas es el retrato de una época de la que Bravo sabe extraer las historias más pequeñas como forma de ampliar el punto de vista acerca de un tema tan trillado. Uno del cual parece imposible poder extraer visiones nuevas del mismo. Sobre esto último, no sólo lo consigue, sino que lo hace a través de una serenidad única para adentrarnos en unos tiempos muy concretos a los que somos abocados por medio de cóctel insuperable de aventuras, comedia y drama. Sencillamente, glorioso.
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