Jolgorio
ComicsBretch Evens

Jolgorio

9 / 10
30-06-2022
Empresa — Astiberri

Excesiva, exuberante, monumental. Tras “Pantera” (Astiberri, 18), Brecht Evens se marca un espectacular tour de force con esta obra rica y compleja que aturde y fascina a partes iguales. El autor belga nos propone un largo viaje hacia la noche y, por el camino, consigue que nos perdamos y nos abandonemos completamente al jolgorio y a la fiesta, atrapados en una bulliciosa ciudad que tiene más de selva que de urbe.

Los destinos de tres personajes, Jona, Vicky y Rufo, se entrecruzan en un relato cuya lectura es exigente, incluso agotadora en ciertos tramos, y en la que prácticamente hay que poner los cinco sentidos si se quiere abarcar completamente ese rango de sensaciones que trasmiten todas y cada una de sus páginas. Sin duda, el esfuerzo vale la pena cuando nos enfrentamos a una obra cuya lectura es en sí misma una experiencia. El hecho de que no exista numeración en las páginas acentúa nuestra sensación de haber perdido la noción del tiempo mientras acompañamos a esos tres personajes hacia la vorágine y el caos de la noche, rodeados de conversaciones que se pierden, rostros que se desdibujan y un sinfín de especies nocturnas que pueblan y embuten las arterias y garitos de la ciudad.

Mención aparte merece el estilo de Evens. Existe tanta libertad en sus colores, en sus perspectivas imposibles, en la arriesgada composición de las viñetas que, página tras página, nos sentimos ante una fiera que no podemos domar. Sus recargadas páginas dobles, como jardines de las delicias pasados por el prisma de Chagall, contribuyen a crear una asfixiante y ebria atmósfera de confusión donde parece que, por un instante, perdemos el control y nos vemos empujados a buscar a los personajes entre la apretada y colorida multitud, entre las formas sinuosas que parecen vegetación, entre los bailes que de pronto mutan en poderosas danzas primitivas.

Evens mezcla sin pudor estilos pictóricos muy diversos, desde la iconografía persa hasta el impresionismo, porque su dominio de la acuarela y las tonalidades es absolutamente magistral. Y todo ello lo adereza con referencias mitológicas, como esa ambigua figura que conduce el taxi y que cuenta historias dentro de la historia, igual que una inquietante Scheherezade, guiando a los personajes a través de la noche como un extraño Caronte.

En definitiva, esta es una obra extraordinaria. Reconozco que al principio me costó entrar en ella, ya que requiere un proceso de aclimatamiento para que gradualmente nos sumerjamos y disfrutemos de una historia cuyo proceso de lectura nos nutre profundamente. Esa es, al menos, mi sensación. O quizás es que en estos momentos escribo condicionada aún por la resaca de haber leído semejante proeza.

Laura Madrona

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