Es muy complicado reflejar la cotidianidad del día a día, de las miserias, de los no tan fugaces pensamientos retorcidos que nos acompañan, de lo malsano que nos rodea por doquier porque finalmente –el cerebro selectivo, lo llaman– terminamos por sublimar, apaciguar, amortiguar. Y por lo tanto, terminamos por dejar de sentir. Y eso significa dejar de estar expuesto a lo que ocurre, a los impactos y las emociones, los impulsos y las pulsiones, que no son lo mismo. ¿Pero es solo complicado? Yo creo que es directamente innecesario, quiero ser franco aquí. Lo que ocurre es que la familia, la sociedad y todo-eso-que-ocurre a nuestro alrededor consigue que pase desapercibido, pero hay que dejarlo ir, soltarlo, soltarse y ver a dónde nos lleva, porque más locos de lo que estamos ya es difícil.
Keiler Roberts posee una capacidad apabullante para separar el grano de la paja y atisbar entre tanto ruido esos instantes de placer-dolor, esa melancolía que discurre sin pausa por nuestra existencia y a la que algunos impiden el paso. Yo a todo eso lo llamo lucidez venenosa, pero algunos médicos lo llaman trastorno bipolar. Roberts lleva más de diez años publicando cómics autobiográficos y ha ganado un Ignatz, que no es poco. También da clases en la Scholl Of The Art Institute Of Chicago, y desde luego es madre, hija, esposa y artista, pero sobre todo es una mujer que se cuestiona a diario –casi minuto a minuto– sobre lo que acontece y cómo lo asumimos, si es que es posible hacerlo. Impagables los diálogos con su hija (pocas veces se han visto momentos tan francos, incómodos y entrañables entre madre e hija en un cómic), los encuentros o encontronazos con su marido, con su propia madre, con las amigas y con los objetos que conforman su vida. ¿Por qué casi nadie habla de nuestra relación con los objetos? Los sobres acolchados, las pastillas, los productos de limpieza, las galletas, las tijeras... Keiler Roberts lo hace tan bien que desarma.
Y luego está el preguntarse sobre una misma, buscarse, diagnosticarse y dejarse diagnosticar. ¿Qué tendré finalmente si es que tengo algo? Y ella misma dice: “Quiero apartarme de los extremos y vivir en el medio. Quiero tener el control”. No sé si nos está pidiendo ayuda como lectores o solo reclama que nos sumemos a su spleen, que lo validemos. Menuda fatiga crónica la de Keiler Roberts. O quizá sea solo la incertidumbre vital.
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