A la hora de entender la bonanza creativa que experimentó el mundo del cómic en la España de los años ochenta, revistas como Cimoc tuvieron mucho que ver. Precisamente, fue en esta publicación, y en K.O. Cómics, donde –de 1981 a 1984– cobró vida “Hombre”.
Obra del guionista Antonio Segura y el maestro de los lápices José Ortiz, de la asombrosa síntesis entre contenido y forma perfilada por dicha dupla creativa se nutren las viñetas que conforman tan abrumadora sinfonía post-apocalíptica, heredera de su época, en la que hasta Duran Duran abogaban por esta corriente en vídeos como “Wild Boys”.
Dentro del noveno arte, gigantes como Richard Corben y Tanino Liberatore también se adentraron en este terreno con grandes resultados. No en vano, podemos sumar “Hombre” a la línea de excelencia marcada por estos dos en obras maestras del género como “Mundo mutante” y “Ranxerox”. Y eso son palabras mayores.
Dentro de las innumerables virtudes que afloran en la lectura de “Hombre”, a lo largo de los bocadillos que hilan la narración, asistimos a un recital de diálogos secos y cortantes. ¿Os podéis imaginar a James Ellroy guionizando “Mad Max”? ¿Y a la generación de la violencia de los años sesenta y setenta del cine dirigiendo westerns del futuro? Pues mucho de esto hay en las escenas que fluyen, una detrás de otra, en esta cuidadísima edición de un primer volumen de dos, precedida por prólogos reveladores de Paco Roca y Alfonso Font.
En “Hombre”, somos testigos de la consumación de un estilo al dibujo, como el de José Ortiz, que bebe de la influencia del genio argentino Enrique Breccia. Pero tampoco nos engañemos, los matices que glosan el tan detallista estilo de Ortiz cuajan en una suerte de soluciones que también enfocan en cómo Carlos Giménez capta el sufrimiento humano en las expresiones faciales de sus personajes. Los mismos que muestran los sentimientos más extremos a través de una capacidad sin parangón a la hora de captar el realismo de cada situación planteada.
Podríamos profundizar de la habilidad con la que los relatos aquí engarzados van tomando forma y ahondando en la evolución del personaje central, pero lo que precisamente encontramos en este cómic es la virtud que brota de una necesidad primordial, derivada de la necesidad de mantener a su público enganchado mes a mes con unas pocas páginas de alimento.
Por todo esto y mucho más, es de ley subrayar el mérito atribuido a “Hombre” como cómic por excelencia nacional del western posapocalíptitico.
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