Tercera novela gráfica después de “La reina orquídea” y “The Black Holes”, “Grito nocturno” contiene todas las multitudes del “universo Borja González” y unas cuantas sorpresas más.
Teresa es una chica de carácter solitario que regenta una librería indie con un catálogo de ocultismo y terror muy pro. Es también la autora de un fanzine llamado –cómo no– “Grito nocturno”. Un día cualquiera aparece por allí una tal Matilde, adolescente emo punk con skate bajo el brazo y lectora fiel del mencionado fanzine, solitaria y con querencia por lo macabro y lo extra e infraordinario, la clienta ideal para un negocio como el de Teresa. Luego está la tercera mujer con carácter protagónico del cómic, un demonio –invocado por Teresa– capaz de conceder un solo deseo. Entre las tres se desgrana una relación de amistad sanamente freak –con la soledad, la tristeza y la falta de expectativas como nexos– que viene a confirmar lo que ya se intuyen ellas mismas en su fuero interno: su soledad viene de serie y no tiene cura, la gente no es nunca como dice ser y de los problemas se suele uno escapar –si es capaz– casi siempre solo.
Con estas premisas, González vuelve a hacer uso de la angustia existencial como motor propulsor en su narrativa que, sumado a ese mundo tan característico de caras sin rasgos definidos, un imaginario fantasy de proximidad y una composición de página desgarradoramente extraordinaria, logra parir un libro de una belleza inusual.
Todo remite a algo cuando uno lee el cómic, y eso es bueno: una pizca de Neil Gaiman, un toque de cine alternativo noventero –ese que va de Larry Clark a Kevin Smith– y su aliño al primer Tim Burton. Eros y Thanatos at his best, “Grito nocturno” te deja tristón como cuando ves un anime de Miyazaki por primera vez o cuando sales del cine a medianoche en una ciudad de provincias que podría ser ese suburbio norteamericano de las películas que todos conocemos pero es nuestra maldito y viejo pueblo de mierda.
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