“Ethel y Ernest. Una historia verdadera”, de Raymond Briggs (Londres, 1934), viene publicitada como una de las mejores novelas gráficas de todos los tiempos en una faja en la que nombres como Chris Ware, Seth o Nick Hornby se deshacen en elogios. ¿Exceso editorial? Más allá del gusto de lo publicitario por ser altisonante, la realidad es que este libro supone uno de los trabajos más reivindicables del pasado de la novela gráfica, esa línea del cómic que, quizá arrancando en experimentos de Will Eisner en los setenta, ha dominado la convulsión en el mundillo de la historieta los últimos quince años.
Briggs publicó esta obra en 1998, poco antes de la explosión de la novela gráfica en el siglo XXI, y cuando el autor de “Papá Noel” ya había cumplido los sesenta y tantos. Llevaba en activo desde 1958, y cómics propios como el citado relato navideño, de 1972, eran best sellers y “Cuando el viento sopla” y “Gentleman Jim” en los primeros ochenta abordaban relatos adultos. Podría decirse que en los noventa el dibujante ni debía cuentas ni necesitaba demostrar nada, solo seguir su camino. Y su camino fue esta carta de amor directa a la memoria de sus padres.
Igual que Antonio Altarriba (y Kim) en “El arte de volar” y “El ala rota”, pero una década antes y desde otro tono, otras circunstancias y otras necesidades, Briggs camina la historia de sus progenitores desde que se conocen en 1928 hasta que fallecen en 1971. Y así recorre buena parte de la historia contemporánea de Gran Bretaña. El poso social del ilustrador se materializa en cada página, a través del retrato de unos padres trabajadores (working class heroes) que se preocuparán más por la supervivencia personal y la de sus sueños que del nazismo o la guerra. Y Briggs nos los retrata luminosos y cándidos pero también cabezones, algo obtusos incluso. Esencialmente buenos. Y sobre todo, enamorados.
Historia de amor contada para transmitir más amor, “Ethel y Ernest” evoluciona con el tono gentil y naive propio de su autor, usando un ritmo cadencioso y unas ilustraciones a color directo de gran calidez para esconder un relato de profundísimos sentimientos personales. Una carta a corazón abierto a los padres, a la Inglaterra del siglo XX y a la nobleza llana y real de las clases bajas y medias, a las que se adscriben los protagonistas. Sí, la faja no exagera.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.