Siempre me sucede lo mismo con la Keiler (yo la llamo así). Me da rabia que sea tan perspicaz retratando las micro realidades domésticas del modo en que lo hace. Sintetizar debería ser una de las premisas de todo dibujante, cualidad que la Keiler maneja como pocos artistas gráficos vivos son capaces: economía y detalle al servicio del gag perfecto.
Elegida como Mejor Novela Gráfica de 2022 por The Guardian y The New Yorker, "El placer de la renuncia" es el clímax de la autora, el vertedero de mierdas ocurrentes y ocurrencias mierdosas de esta mierda de vida que casi todos los del mal llamado primer mundo vivimos.
Entramos en casa de la Keiler, echamos un vistazo a su día a día, la cotidianeidad, whatever that means, la crianza, la enfermedad, los perretes, la precariedad -del cómic, del artisteo en general- las pequeñas cosas que nos alegran o enervan la existencia. ¿Cómo se hace eso? No tengo ni la menor idea, supongo que hay que ser la Keiler para saberlo hacer.
La sensibilidad de observar lo inobservable o aprehender anécdotas, chispazos de luz en la oscuridad, chascarrillos de su hija o de su marido, la miseria compartida, el amor que ya anticipaba en "Isolada" (2020) y en "Mi tabla de súplicas" (2022), pero totalmente sublimado aquí. Me he imaginado a alguien que no ha leído a la Keiler y le tengo envidia, oye. Es que para arrebujarse en el sofá un domingo tarde es mejor que cualquier narcótico y cualquier spleen mal llevado.
La canadiense se sale, te guiña el ojo, mira en tus vísceras y en tus sinapsis, sonsaca lo que vale la pena y lo dibuja. ¿Quién no querría ser madre después de leerla? Madre del amor hermoso…¿Quién es capaz de hacer eso con soltura y éxito? Solo la Keiler.
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