Marco Galli se afana, con excelentes resultados, en retratar los últimos días de Adolf Hitler en junio de 1944, con el dictador intermitentemente desencajado y devorado por sus propias obsesiones, al tiempo de ser cuestionado por sus mandos principales y, ante todo, envuelto en una serie de paranoias y alucinaciones que derivan en el principal argumento y motivo del presente tomo. El autor consigue retratar, con precisión y tirando de elogiable fiereza, las particularidades de ese momento alejado de cualquier lógica en torno a un Hitler inmerso en plausible decadencia.
Hitler es arropado –con miedo y reticencias– por un entorno que duda cada vez más del liderazgo de su káiser, pero que, incapaz de plantarle cara, decide continuar con esa dinámica de celebración, propaganda y banquetes que antaño había conducido a la apoteosis filosófica del partido. El italiano plasma la ahora devaluada teoría en viñetas impactantes, capaces de contener todo el odio, locura y falta de raciocinio del instante: ese en el que el canciller, rodeado de su mujer Eva Braun, su doctor de confianza Theodor Morell y otros altos cargos, se encuentra recluido en El Nido del Águila a la espera de un destino inevitable que es incapaz de aceptar. Una experiencia que, en ocasiones, apunta al surrealismo lisérgico como modo para transmitir las propias sensaciones del protagonista, con un trazo que, en la práctica, luce como ampliamente descriptivo para con las especificidades de la situación.
“El Nido. El último banquete de Hitler” es un volumen imponente en presentación y contenido que, desde un muy particular punto de vista, profundiza en un hecho histórico mientras traza lazos con personajes secundarios (impagable la presencia de ese cazador/campesino que podría haber resultado determinante en la trama) y reflecta un generoso número de sentimientos encontrados que van desde la lástima al más puro asco. Una referencia, en definitiva, magnífica, que merece la pena degustar con debida calma y prestando atención al detalle latente en el dibujo de Marco Galli.
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