Una dama altiva y orgullosa cabalga decididamente hacia adelante acompañada de su séquito de lanceros. Así ha querido representar Matthieu Bonhomme a la princesa belga Carlota, quien en el siglo XIX tuvo que asumir el cargo de emperatriz de México ante la incompetencia de su marido Maximiliano de Austria.
El guionista Fabien Nury (“Érase una vez en Francia”, “Katanga”) avisa al principio de la obra: esta historia, aunque inspirada en hechos reales, no deja de ser una ficción en la que se mezclan los acontecimientos auténticos, las suposiciones y la pura invención. Los personajes históricos se topan así con individuos en parte ficcionados y otros completamente imaginados, en una suerte de biografía parcial plagada de intrigas palaciegas, trucos y artimañas diplomáticas, costumbres cortesanas, chantajes, deseos reprimidos y juegos de doble moral. “Los pueblos coloniales son como los hijos, deben amar a su madre y temer a su padre”. Objetivo nº1 del ejército imperial: liquidar al revolucionario Benito Juárez, descabezar a la guerrilla mexicana y salvar así el Imperio.
Para “Carlota emperatriz” el artista parisino Bonhomme ha recurrido a un tipo de dibujo clásico basado en figuras estilizadas, mientras que su compañero Nury activa a menudo el recurso paralelo de la narración epistolar, siendo este artificio basado en la correspondencia entre personajes el elemento más sorpresivo de este volumen.
Me parece genial que se sigan rescatando del baúl de los olvidos a las mujeres relevantes de la historia, especialmente las que decidieron rebelarse contra lo establecido y lo correcto para las épocas en las que les tocó vivir; así que cuento los días que faltan para que la editorial Norma saque a la luz el segundo volumen integral de este cómic sobre la emperatriz Carlota.
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