Tirando de un ingenio tan afilado como en realidad sutil, la alemana Anna Heifisch aprovecha como excusa el paso de paso dos ratones (un caricaturista y un pintor) por Fahrenbühl –remota residencia para artistas situada en medio de ninguna parte–, para deslizar interesantes hipótesis acerca de las relaciones interpersonales o el propio mundo del arte.
La autora consigue mostrar al lector las diferentes obsesiones surgidas en los protagonistas como consecuencia directa del aislamiento que acompaña a la propia residencia y, con una simpleza meritoria, describe en paralelo cómo el mismo entorno puede llegar a afectar y despertar muy diferentes sentimientos, inseguridades y conductas. Ese cruce de perspectivas marca la línea argumental (y también el desenlace final) del presente cómic, dibujado con trazo franco y sencillo y prensado en rústica a lo largo de ciento cuarenta páginas que, por supuesto, deben consumirse del tirón. Una obra que, según confiesa la propia Haifisch, estuvo influenciada por la pandemia, sobre todo a la hora de plasmar un tipo concreto de angustia, aunque también podrían valer como referentes –más en fondo que en forma– las novelas de Stephen King “El resplandor” (77) y “Misery” (87).
La autora juega además con los silencios y espacios en blanco, en un elemento co-protagonista y que hace del menos es más otra de las virtudes del librito. Una valiosa curiosidad, en definitiva, impregnada de un humor peculiar que roza constantemente con el drama, en una fricción que sirve como catalizador para prender el ininterrumpido interés del lector.
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