B.O. Como Dios
ComicsUgo Bienvenu

B.O. Como Dios

7 / 10
Octavi Botana — 27-10-2021
Empresa — Ponent Mon/Catarata
Fotografía — Archivo

La colección BD Cul de la editorial gala Les Requins Marteux lleva proporcionándonos horas de placer sensual desde sus inicios, nunca tímidos, siempre explícitos y sin duda alguna, edificantes. Por sus páginas han pasado Bastien Vivès, Nine Antico, Antoine Cossé y Aude Picault, entre muchos otros, todos deliciosos ejercicios de estilo donde prima lo carnal, basculando entre el erotismo clásico sugerente y el porno más desmesuradamente cerdo. Por su parte, Ugo Bienvenu (Francia, 1987), ilustrador y director de cine y documentales, empieza a mostrar su talento en videoclips, en el mundo de la moda y en el caso que nos ocupa: el cómic.

En Angouleme recibe el Gran Premio de la Crítica por “Preferencias del sistema”, virtuosa y electrizante distopía intergaláctica (Ponent Mon, 2020) que cosechó numerosos lectores aquí y allá; tan solo era cuestión de tiempo que acabase colaborando con este sello tan libre y liberador, dada su trayectoria y su querencia por lo curvoso. ¿Y de qué va este “B.O. Como Dios”? ¿Quién es B.O.? O sería más correcto preguntarse: ¿qué es B.O.? Pues para ir al grano, diremos que es el fucker más efectivo de la galaxia. Una máquina de follar humanos –en este caso, solo mujeres– con una apretadísima agenda y una abultadísima polla de silicio. B. O. es un escort de lujo –permitirse sus servicios vale pasta gansa– que viaja por el firmamento reclamado por sus clientas necesitadas de polvazos épicos. ¿Y ya está? No, acabáramos. Pensadlo bien: ¿qué es B.O. para las mujeres que lo contratan, más allá de un ratazo de absoluto y radical placer? Pues sencillamente lo menos parecido a un hombre y sus circunstancias que haya existido jamás.

¿Por qué aguantar el flirteo –90% de las veces siempre previsible y patoso– del hombre, por qué tolerar sus manías en la cama, sus olores, sus pelos, sus ritmos –casi nunca en consonancia con los de la mujer– su post coito, su conversación, sus falacias y su falocracias? B.O. no tiene sentimientos ni falta que le hacen, no se cansa nunca –para eso es una robot, joder– conoce perfectamente las necesidades de sus clientas y les da exactamente lo que necesitan cuando lo necesitan, es un profesional del gozo ajeno –en una viñeta muy reveladora. B.O. afirma que él no siente placer alguno cuando folla, claro está– y encima algo más: consigue que sus clientas satisfagan sus deseos sin complejos ni vergüenzas ni límites (¿por qué tendría que avergonzarte pedirle guarreridas a una máquina?). B. O. no juzga, no se posiciona, no da consejos, no pide nada, solo folla, y lo hace mejor que tú y que yo. Su relación con las mujeres es estéril, libre de toda convención social, vital y –desde luego– humana. Lo que ocurre, y aquí viene el guiño a un reguero inabarcable de tradición literaria y cinematográfica sobre la I.A., nuestro querido B.O. a veces se pregunta por el sentido de su existencia. Sentado en el puente de su fálica nave espacial oteando el firmamento, B.O. se cuestiona, se interroga, busca en su “interior” algo que le ayude a significar su estancia en un universo de vaginas, anos y bocas sedientos de estimulación. ¿Terminará encontrándole sentido a la vida? Léanlo y córranse de gusto.

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