Avui m’he comprat una destral
Comics

Avui m’he comprat una destral

7 / 10
Quim Pérez — 08-02-2022
Empresa — Males Herbes
Fotografía — Archivo

Con el sugerente título de “Avui m'he comprat una destral” (Hoy me he comprado un hacha), Roger Ruppmann Tobella (Barcelona, 1978) debuta en el cómic con una autobiografía. En concreto, explica lo que le sucedió entre diciembre del 2016 y febrero del 2018. ¿Y qué le sucedió? Pues nada del otro mundo. La vida de Roger Ruppmann es de un normal que corta el hipo. No hay sucesos extraordinarios, ni descubrimientos de agárrate y no te menees, ni viajes a rincones exóticos, ni enfermedades que le pongan a un paso de la muerte.

En esta novela gráfica Ruppmann cuenta cómo se traslada del barcelonés barrio de Gràcia al ambiente rural del pueblo de Montseny; un viaje de sesenta kilómetros. De urbanita pasa a una suerte de neo-rural light; ya que sigue bajando a trabajar a la gran ciudad, Renfe Cercanías para arriba y para abajo. Explica las dificultades con que se topa por el cambio de residencia y los descubrimientos que hace en ese nuevo entorno boscoso. Aunque lo que realmente le sucede a Roger y forma el tuétano de este cómic es que ya al filo de la cuarentena ha formado una familia. La madurez vital se encarna en el proyecto de crear las mejores condiciones posibles para tirar adelante una familia. La pareja formada por Roger y Pat llegan al campo con la pequeña Frida de dos años y luego allí nacerá Bruno. Roger se muestra como ex-urbanita, como padre, como pseudoneorural curioso e inexperto, como miembro de una familia extensa y como padre en busca de un segundo descendiente que cuesta que llegue. A Ruppmann se le debe tirar en cara que no se haya mostrado como miembro de una pareja. La relación entre Roger y Pat es narrada profusamente en tanto que padres, pero hay un tupido velo oscuro en lo que se refiere a su vínculo como pareja que hubiese mostrado la experiencia de la paternidad de manera más poliédrica.

Ruppmann es hijo de su tiempo y de las corrientes que lo cruzan y algunas de ellas aparecen en la voz en off del narrador en los capítulos del cómic organizados según el paso de las estaciones del año. Una de ellas es el intento de vivir de manera más respetuosa con la naturaleza; ya sea cultivando sus propios alimentos, o mediante el rechazo a comer tanta carne por ser un alimento que deja una gran huella ecológica. Curiosamente, el único acontecimiento histórico que se cuela en esta autobiografía tan personal es el referéndum de independencia en Cataluña del 1 de Octubre del 2017 y las consecuencias posteriores. Es el único momento en que la historia con mayúsculas y la autobiografía se solapan y que sirve para constatar cómo dichos acontecimientos han dejado huella en muchos catalanes.

Para la elaboración de “Avui m'he comprat una destral” Ruppmann ha empleado la técnica del contraste; dos elementos muy alejados entre sí que coexisten y crean una relación de distancia y al tiempo proximidad que puede ser muy fecunda o simplemente un dislate. Un buen ejemplo de ello es la pieza “4'33''” de John Cage compuesta en 1952 y que conlleva la presencia de músicos e instrumentos en un escenario... para interpretar el silencio. En este sentido, Ruppmann no dibuja a ningún ser humano en su cómic y sólo dibuja objetos. Hace una excepción con algunos seres vivos del reino animal como insectos, o caracoles, o pollos, sapos, jabalíes, y... !espermatozoides y óvulo¡, pero no así con Zulú; la mascota de la familia. De alguna manera, y tal y cómo muestra claramente la portada, este cómic está protagonizado visualmente por los objetos, por algunos espacios y por la naturaleza.

El OuLiPo (acrónimo de Ouvroir de littérature potentielle; Taller de literatura potencial) fue un grupo de experimentación literaria que arrancó en 1960 en Francia y que pretendía crear obras literarias con técnicas de escritura limitada. Por ejemplo, escribir sin palabras esdrújulas, o sin hacer servir una determinada vocal. Sus representantes más celebres fueron Raymond Queneau y Georges Perec. Esta corriente literaria se ha mantenido vigente hasta nuestros días. En 1992 se formó el OuBaPo (Ouvroir de bande dessinée potentielle; Taller de cómic potencial) dónde esta novela gráfica encontraría perfecto acomodo, al limitar a objetos inanimados a los que pueden aparecer dibujados en sus viñetas. Ruppmann comenta que le pareció interesante esta elección y, en un gesto de honestidad artística descomunal, que no es capaz de dibujar personas pues le resulta algo mucho más complicado. El estilo de Ruppmann, de profesión diseñador, es de un conceptualismo no de cuatro rayas, sino más bien de dos rayas; eso sí, vestidas por un bitono gris.

Ruppmann habla reiteradamente en las entrevistas de que es un proyecto que hizo sin ambición de publicarlo, sino solamente para pasárselo bien. Se adivina en esas declaraciones una falta de autoexigencia, que tiene su correlato en que en un par de ocasiones rompe los límites que se había marcado y aparece su mujer dibujada; aunque sólo sea la parte del vestido. También hay muchas viñetas sin dibujo alguno y sólo con diálogos. Da la impresión que Ruppmann se ha autoimpuesto unas reglas que no ha podido mantener en aras de ofrecer una narrativa más fluida, pero al lector no le hubiese importado que fuese más riguroso y se hubiese autoobligado a seguir las reglas hasta el final buscando soluciones más imaginativas para que dichas reglas estuviesen vigentes en toda la obra.

Todo ello no es óbice para que sea un tebeo muy entretenido, y con un gran dominio del ritmo narrativo. El narrador destila un humor blanco y una bonhomía que hacen que el lector se sienta muy próximo y empatice con él... aunque jamás le vea el rostro.

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