Un fantasma recorre Europa: el fantasma del fascismo.
Empiezo esta reseña el día de las elecciones alemanas, donde el partido de ultraderecha AfD se ha convertido en la segunda fuerza más votada; días después de que Google haya suprimido de su calendario, junto a otras fechas tan relevantes y necesarias como el Día del Orgullo LGTBI o el Mes de la Mujer, el Día del Holocausto; y tras año y medio de constante e indecente instrumentalización de la Shoah por parte del infame sionismo para justificar el genocidio en Gaza. Parece que esa frase tan manida, que a menudo hemos usado tan a la ligera, cobra ahora una corporeidad preocupante: quien olvida su historia está condenada a repetirla.
En tiempos de un negacionismo ciego y estéril, la historia de Ginette Kolinka, al igual que el testimonio de aquellas personas que sobrevivieron al horror de los campos de concentración nazis, se erige como un faro en la oscuridad, una prueba irrefutable e incontestable de las trágicas consecuencias del odio y la deshumanización hacia un grupo de personas.
Ginette Kolinka tenía 19 años cuando en abril de 1944 fue deportada al campo de exterminio Auschwitz II – Birkenau junto a su padre y su hermano. Medio año después, Ginette regresaba sola a casa pesando 26 kilos y con un recuerdo que no compartiría hasta 50 años más tarde, cuando la Shoah Foundation, fundada por Steven Spielberg en 1994, la convenció para que su testimonio se uniera al de otros supervivientes, con fines educativos. En 2020, Victor Matet y Jean-David Morvan la acompañaron de nuevo, y por última vez, a Birkenau. De esa visita surge este desgarrador y necesario cómic cuyo mensaje es fundamental: Auschwitz surgió del odio.
Adiós, Birkenau es un viaje en el espacio, hasta las instalaciones del mayor cementerio del mundo, y en el tiempo, hasta el año 1944. A través de un relato que se construye con dos líneas temporales, la de 1944 y la de 2020, que discurren de manera paralela, nos unimos a Ginette en esta última visita al campo de exterminio y somos testigos de los horrores inimaginables que tuvieron lugar allí, del grado de degradación física y moral al que se sometía a todas y cada una de las personas que conseguían pasar la primera criba y librarse, aunque fuera momentáneamente, de la cámara de gas. Kolinka relata el día a día en Birkenau y en seguida acuden a la mente los testimonios de otros supervivientes como Viktor Frankl o Primo Levi, que también describieron en sus obras la lucha por la supervivencia a la que los prisioneros se veían abocados, así como la capacidad de adaptación del ser humano a atrocidades impensables, abandonando, si era necesario, cualquier consideración ética.
Efa y Cesc al dibujo y Roger al color han sido los encargados de plasmar, con la sobriedad y el respeto que merece el relato de Ginette, esta historia de supervivencia. Es notable el gran trabajo de documentación detrás de cada viñeta, con gran precisión en los detalles, pero sin caer en el morbo fácil de mostrar a los prisioneros en su máxima degradación física. Lo que vemos alrededor de la Ginette de 19 años son sombras, casi cenizas, figuras que se difuminan en la bruma de la memoria, pero que han dejado una huella imborrable.
Hay más de 30 años de diferencia entre la publicación de Maus de Spigelman y Adiós, Birkenau, pero los acontecimientos más recientes nos demuestran que estos ejercicios de memoria histórica son imprescindibles en una época, la nuestra, que parece empeñada en olvidar y repetir su pasado. Lo estamos viendo en estos momentos, con el avance del fascismo, con el debilitamiento de las democracias y con el exterminio en directo del pueblo palestino. No podemos negar que Ginette Kolinka y otros ya nos lo habían advertido.
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