Yo capitán

No deja de sorprender el tono utilizado por Mateo Garrone, director de filmes tan ásperos como “Gomorra”, “Dogman”, “Reality” o incluso “El cuento de los cuentos”, de corte fantástico, para contarnos la odisea africana (por tierra y mar) de dos adolescentes senegaleses en busca de Europa.

Y no, “Yo capitán” no se ahorra dramáticos momentos de violencia, situaciones extremas en las que peligra la vida de los protagonistas y, por si fuera poco, también nos introduce en una embarcación precaria con decenas de migrantes hacinados y a merced de un Viejo Continente que ellos ansían, pero que les rechaza, y de las inclemencias del tiempo. Sin embargo, uno tiene la sensación de que todo lo visto en pantalla es mucho peor fuera de ella. Por eso, conviene recordar una evidencia, y más viniendo de Garrone, quien no ha dudado, en otras ocasiones, en ajustarse a lo verosímil: “Yo capitán” no es un documental y, de hecho, hay en su construcción la esencia de los relatos de aventuras –me parece ver en el protagonista algo del cobarde valeroso “Lord Jim”, de Joseph Conrad–, además de incursiones en un misticismo tribal fuera de la razón que nos aleja de lo real. Garrone no está tan interesado en captar la dureza e irracionalidad de los acontecimientos como de elaborar un relato de iniciación de unos adolescentes, especialmente uno, Seydou, en su camino a la edad adulta. Y ahí, la película triunfa.

Premiada en el Festival de Venecia con el galardón al mejor intérprete revelación para Seydou Sarr, la cinta consigue transmitir el estado de zozobra y posterior reafirmación de un niño temeroso al que las circunstancias le empujan a hacerse adulto antes de tiempo. El espectador sufre con él, lucha con él, exulta con él. Tan hermoso es este retrato de la fragilidad y la integridad de la edad juvenil como emotiva la relación que se establece con el otro compañero de viaje, el primo que le empuja hacia la aventura europea y de quien Seydou, en su transformación, se convertirá en protector.