Ya no estoy aquí
Cine - SeriesFernando Frías De La Parra

Ya no estoy aquí

7 / 10
José Martínez Ros — 15-06-2020
Empresa — Netflix
Fotografía — Archivo

Los paraísos, por muy humildes que parezcan a un ojo extraño, existen sólo para ser perdidos. Esto es lo que descubre el protagonista de esta película, el debut de Fernando Frías de la Parra, avalada por las excelentes críticas que ha recibido en el circuito festivalero y ya disponible en Netflix. “Ya no estoy aquí” nos cuenta una historia muy pequeña, pero que tiene un significado universal, porque lo que nos relata alude a temas como el sentido de la pertenencia, el final de la infancia, la nostalgia y la abisal soledad de aquellos que se han visto desposeídos de su cultura.

Ulises es un chaval de los barrios bajos de Monterrey, una ciudad del norte de México en la que se ha desarrollado una particular subcultura, al parecer después de que se asentaran allí cierto número de emigrantes procedentes de Colombia a mediados del pasado siglo, caracterizado sobre todo por el aprecio por los géneros musicales oriundos del país latinoamericano, es especial por el vallenato y la cumbia (de la que incluso han creado una versión propia, ultrarralentizada, la llamada “cumbia rebajada”); un habla que funde los coloquialismos de ambos países y que puede resultar indescifrable en un primer momento para un espectador español, pero que poco a poco, a medida que avanza la película, vas pillando; y por una particular estética a medio camino entre un “cholo” de Los Angeles y un guerrero azteca, con ropas muy holgadas y peinados puntiagudos. Ulises (un convincente actor no profesional, Juan García Treviño) vive con placidez por y para la música del estilo “Kolombia”, para escucharla y bailarla, lo que, sin duda hace más feliz y aceptable su existencia en un mundo de infraviviendas, callejones cubiertos de grafitis y edificios abandonados. Tiene una pequeña pandilla formada por amigos de gustos afines, Los Terkos, y además de su compañía, y la música, no parece necesitar mucho más para sobrevivir. Es posible que a ninguno de nosotros le apetezca cambiarse por Ulises, o sus vecinos, pero Fernando Frías nos ofrece un recorrido vívido y luminoso por su mundo, y hace que nos encariñemos con sus personajes.

Pero algo irrumpe en su vida, y ese algo es un mal que ha convertido, desgraciadamente, a México en un centro de atención mundial en las últimas dos décadas: la violencia asociada al narcotráfico. De repente, las calles tienen otros dueños y su presencia cada vez más opresiva los toma por objetivo. Comienzan a acosarlos y perseguirlos. Después de un incidente especialmente grave, tendrá que huir –como ha sucedido con miles de compatriotas– a Estados Unidos. Ulises acaba desterrado en New York, en uno de sus barrios más multiculturales, Jackson Heights, en el que se siente, a pesar de ello, como un extraño, porque proviene de un entorno tan único que no encuentra nadie que comparta sus referentes, ni siquiera que se interese por ellos… excepto tal vez Lin (Angelina Chen), una chica china de su edad, nieta del dueño de una tienda que a veces contrata a Ulises para pequeños trabajillos. Él no sabe absolutamente nada de inglés; ella sólo ha aprendido unas cuantas palabras de castellano, gracias al contacto con los trabajadores de origen latino de la tienda, pero, de algún modo misterioso, los dos adolescentes terminan haciéndose amigos.

“Ya no estoy aquí” no es una película perfecta. La trama es, en ocasiones, demasiado leve y se desarrolla de una forma un tanto difusa. Pero todas imperfecciones quedan anuladas por una gran virtud: la sinceridad que destila, la atención que presta su creador a las andanzas mínimas de un joven desubicado, obligado a reinventarse a miles de kilómetros de su hogar.

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