Eso de “reírse en el suelo” que canta Leiva en el tema compuesto para “Veneno”, la serie de Los Javis que finalizó el domingo 25 en Atresplayer (y ahora estrenada en abierto en Antena 3), dice mucho sobre quién era Cristina, y sobre quiénes eran –y siguen siendo– tantas Cristinas. Personas acostumbradas a recibir mierda toda su vida, y a ser percibidas ellas mismas como mierda. Personas que han asimilado que no pueden aspirar a otra cosa que no sea más mierda, y que tienen que defenderse lanzando mierda a quien se le intente acercar más de la cuenta. Porque una caricia sigue pareciendo una hostia hasta que se materializa –y, muchas veces, ni aún así. Aunque parezca paradójico, también pasa lo contrario: el umbral del brillo baja muchísimo si estás rodeada de mierda, porque necesitas encontrar algo de luz, algo, donde sea. No para vivir, sino para sobrevivir.
“Veneno” es muy importante por muchas razones, y una de ellas es que probablemente supone, como comentaba la propia Valeria Vegas en el programa pre-final conducido por Mafalda González, la primera serie de este país que no ridiculiza a las personas trans. Comentaba emocionada que para Juani Ruiz, y para muchas otras mujeres que han participado en la serie, un solo día de rodaje era motivo de felicidad: “Veneno” las muestra como todo lo contrario a “mierda”, todo lo contrario a esa deshumanización constante. Muestra a Cristina, y a todas esas Cristinas, como personas reales, con sus muchas luces y sus muchas sombras. Y las sombras también brillan.
Quienes sienten auténtica pasión por la televisión, como es el caso de Los Javis, saben que ese binomio brillo/mierda está muy presente en ella. Por tanto, Calvo y Ambrossi mantienen ese dominio de lo meta que tan buenos resultados les dio en “Paquita Salas” y lo llevan aquí al siguiente nivel, consiguiendo que “Veneno” funcione también como retrato de la televisión española de las últimas décadas (y de la sociedad española de las últimas décadas, que ya sabemos que ambas van más unidas de lo que parece). De la ambigüedad moral que nos rodea en el mundillo. De cuando no es tan ambigua. De qué buscamos en la fama, y qué podemos encontrar verdaderamente en ella. Y, por supuesto, en los estribillos.
Hay dos polémicas relacionadas con la serie que me parece muy interesante que se planteen. ¿Se ha dulcificado la vida de Cristina para hacerla más accesible al público mainstream? No me parece que “Veneno” haya convertido la vida de Cristina en un cuento de hadas: evidentemente la realidad fue muchísimo más dura, pero creo que se ha cumplido un (difícil) objetivo. Por un lado, acercar la dureza a quienes la desconocen, a quienes hablan desde marcos teóricos, o desde prejuicios, o desde memes. Por otro, poder inspirar y dar esperanza a muchas personas que la necesitan. Este malabarismo es aún más complicado si tenemos en cuenta que la mayor parte del rodaje ha sido en pandemia, en tiempo récord en estas condiciones, ultimándose muchos aspectos en la misma semana de emisión. Pero ahí lo tenemos: ha sido posible. Habrá ayudado el estupendo trabajo en los guiones de Claudia Costafreda, Elena Martín, Diego Galán, Ian de la Rosa, Javier Pascual, Diego Pinillos y Félix Sabroso, todos ellos capitaneados por Los Javis, que dirigen también los episodios, cediendo el testigo en tres entregas de Mikel Rueda y Álex Rodrigo. Y, por supuesto, ese reparto.
Las desconocidas Daniela Santiago e Isabel Torres hacen junto a Jedet (que habrá callado la boca a más de uno) un trabajo magnífico, sin olvidarnos de Marcos Sotkovszki y Guille Márquez, que son el alma de ese segundo episodio –y de Paca qué decir, la existencia de su spin-off ya habla por sí sola. Pero es que todo el universo de personajes alrededor de Cristina está cuidado al detalle, y es una delicia ver la entrega de Israel Elejalde, Mona Martínez, Lola Dueñas, Elvira Mínguez, Olalla Hernández, Pepón Nieto, Inma Pérez Quirós, Lara Martorell, Maite Sandoval, Ángeles Ortega, Sophia Lamar o el trío Jorge Usón/Omar Banana/Santino Cassá (encargados de conmovernos con Manolito). Y nos dejamos para el final a Lola Rodríguez, porque la decisión de convertir a Valeria en tan protagonista como Cristina era muy arriesgada, pero ha resultado un acierto: la actriz canaria apuntaba ya maneras en el primer episodio, pero se ha ido superando hasta salir airosa de esos mano a mano con dos gigantes como Mona y Pepón, una hazaña no al alcance de cualquiera.
Me comentaba Jedet cuando la entrevisté para Mondo Sonoro que, con su trabajo en la serie, había querido hacerle un homenaje a Cristina del que ella pudiese sentirse orgullosa. “Me gusta pensar que ella me mira desde el cielo, y quiero darle lo que se merece”. Muchos hemos pensado también estos días que ojalá Cristina pudiese ver la serie, ver las reacciones, conocer el impacto positivo que su figura ha tenido... y, sí, ver esa lona en Gran Vía, o ver que la serie sobre su vida se estrena en una cadena generalista en prime-time, no solo en late night. Y con todo esto viene la segunda de las controversias que mencionaba antes: ojalá pudiese ver todo esto, sí, pero no estamos hablando de alguien que falleció hace décadas. Cristina estaba viva hace cuatro años, cuando su figura para muchos de quienes ahora la consideran “un referente” estaba lejos de ser tal, y más bien cerca de “un estereotipo ofensivo”, o de un par de frases graciosas. Estoy totalmente de acuerdo con esto, pero creo que la serie también lo está, como podemos ver en esa escena con Samantha Hudson.
Y me gustaría añadir una última reflexión, que señala a quienes ponen la pasta, claro, pero también a nosotros como público, e incluso como posibles creadores. Porque el talento, la pasión y las buenas intenciones que hay detrás de “Veneno” suponen para muchos de nosotros un soplo de aire fresco en las producciones de nuestro país y, desde luego, mucho brillo. But then again: el brillo no puede ser solo esto, por muy estupendo que sea. No podemos conformarnos con ser un nicho al que de vez en cuando se le lanza alimento, porque entonces es solo eso lo que nos van a dar. Que esta obra no se quede solo en “un hito” para la ficción española, que lo es. Que sirva para lo contrario: para motivarnos y para que reivindiquemos, para que vengan muchas más. Porque hacen falta muchas “Venenos”, muchos Javis y muchas, muchas historias LGBT. Porque las necesitamos: necesitamos historias estupendas, historias correctas, historias cutres, historias pésimas y absolutas obras maestras. Necesitamos referentes, necesitamos representación. Necesitamos poder ver historias, y encontrar que en la mierda hay brillo. Necesitamos contar historias y construir brillo a partir de la mierda. Y, sobre todo, necesitamos que los que vienen delante vean ese brillo y que, si es posible, para ellos el mundo sea un poquito menos mierda.
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