Tótem

Aunque su cine es formalmente distinto al estilo que presenta la segunda película de la directora mexicana Lila Avilés, no he dejado, mientras veía el film, de recordar la figura de Pedro Almodóvar, al que imagino entusiasmado con “Tótem”, candidata de México para los Oscar de este año que logró pasar el primer corte de las quince preseleccionadas, pero no alcanzó la nominación.

En el discurso de agradecimiento del Oscar por “Todo sobre mi madre”, el director manchego reveló que sus hermanas habían puesto decenas de velas a una serie de santos, que no se resistió a enumerar, para que él obtuviera dicho galardón. Esa pintoresca escena familiar casa con la vertiente divertida y caótica de la tragicómica premisa de la película: una niña de nombre luminoso, Sol, pasa un día con sus tías que están preparando una fiesta de cumpleaños al padre de la pequeña, gravemente enfermo. En esas horas de intranquilidad y angustia –no le dejan ver a su progenitor– es testimonio de, entre otras viñetas, los esfuerzos irracionales de una de sus tías, que echa mano de terapias alternativas y de alguna charlatana, para intentar evitar el final que la cría teme.

Avilés se muestra como una alumna socarrona, pero equilibrada, de la argentina (y siempre grave) Lucrecia Martel en el escrutinio de ese microcosmos hogareño y desordenado por parte de Sol. Es un film cuya cámara se acerca a los rostros, limita su campo de visión y se mueve principalmente en los interiores de una casa sobrecargada de obstáculos y en constante limpieza. [Por cierto, y así se cierra el círculo, la mayoría de las películas de Martel han contado con Almodóvar como productor ejecutivo después de que le fascinara “La ciénaga”, su asfixiante debut.]

Bañada en tonalidades intimas ocres, como melosa era la apariencia de “El espíritu de la colmena”, referente incuestionable de ese cine que captura la mirada infantil, la cinta de Avilés mantiene el tono justo y tiene el mérito de conseguir la emoción entre tanto barullo.