Tiger King
Cine - SeriesRebecca Chaiklin Y Eric Goode

Tiger King

8 / 10
Xavi Sánchez Pons — 30-03-2020
Empresa — Netflix
Fotografía — Archivo

Hace poco nos hacíamos eco en esta web de la historia reciente del true crime, uno de los géneros televisivos que está definiendo la no ficción del nuevo siglo. La estructura de todas estas series documentales, basadas en investigaciones periodísticas –a veces rigurosas y otras no tanto–, es muy similar y da poco margen a las sorpresas. Ahora bien, como es un género relativamente joven, aún hay margen de mejora y de novedad en un formato que, eso sí, ya estaba dando signos de agotamiento. “Tiger King”, estrenada hace pocos días en Netflix, supone una entrada de aire fresco y, sin lugar tipo de dudas, uno de los mejores exponentes de true crime de las últimas dos décadas.

¿Qué es lo convierte a “Tiger King” en esa bocanada que de aire fresco que tanto necesitaba el género? Primero y más importante, la materia prima con la que trabaja: la figura bigger than life de Joe Exotic, un redneck gay y rey de chichinabo de la cría y explotación, en un zoológico maloliente y lleno de ex-convictos, de animales salvajes (sobre todo tigres y leones). La serie creada por Rebecca Chaiklin y Eric Goode (quien dirigió clips para artistas como Terrorvision o Nine Inch Nails en los noventa), filmada durante cinco años –parte de su encanto reside en que ha grabado los hechos reales en directo– y dividida en siete episodios, utiliza el auge y caída de Exotic para realizar una fotografía certera y bien documentada sobre la problemática que rodea a los zoos con animales exóticos en los Estados Unidos. Y lo hace a través de una colección de personajes excéntricos y llenos de claroscuros: la animalista Carole Baskin, sospechosa de haber asesinado a su marido millonario y enemiga número uno de Exotic, el gurú de los tigres y mascota de Hollywood Bhagavan Antle que ha creado una especie de secta hindú-hippie muy poco recomendable, el ex-narcotraficante Mario Tabraue o el maquiavélico ¿millonario? Jeff Lowe.

Ahora bien, dejando de lado esa radiografía, “Tiger King” es un triunfo absoluto gracias al demoledor retrato que traza, si me permiten el coloquialismo, del frikismo verdadero –el que desconoce su condición– estadounidense: esos americanos hechos a sí mismos que construyen sus propios estados independientes en sus aventuras empresariales y en su estilo de vida, haciendo uso del libre albedrío de la manera más delirante posible. Muy cercano en espíritu a los documentales del alemán Ulrich Seidl, sobre todo “En el sótano” y “Safari” pero con el sentido del espectáculo made in USA, “Tiger King” presenta decenas de situaciones hilarantes y de vergüenza ajena que superan cualquier ficción imaginada. El gran acierto de Rebecca Chaiklin y Eric Goode es que muestran esas rarezas con un punto de vista casi etnográfico y, porque no decirlo también, entomológico. Es más, no toman partido por ninguno de los protagonistas de este increíble rompecabezas de excesos e intrigas, permitiendo que cada espectador extraiga sus propias conclusiones. En los primeros segundos del primer capítulo de la serie uno de los entrevistados dice lo siguiente: “La gente con animales está loca, sobre todo los que tienen tigres”. No se me ocurre una manera mejor de definir lo que ofrece “Tiger King”, un true crime donde los verdaderos wild animals son los seres humanos que aparecen.

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