Christopher Nolan firma su mejor película desde “Origen”. “Tenet” le vuelve a dar una vuelta de tuerca a la narrativa tan brutal que te mantiene pegado al asiento durante las dos horas y media que dura la cinta. A diferencia de lo que sucedía en “Interstellar” y “Dunkirk” el juego temporal que desarrolla Nolan en “Tenet” no es solo un mero desarrollo conceptual, sino que propone al espectador una experiencia visual alucinante y coherente que acompaña a la densa e interesante historia que propone el director y guionista londinense. Además, cumple con el propósito –añadido– de ser la abanderada de la vuelta a las salas de cine tras el cierre forzado por la gestión del Coronavirus.
“Tenet” es un thriller de espías que aúna lo mejor del género con el casi obsesivo tratamiento del tiempo por parte de Nolan, piedra central de su filmografía. La película está protagonizada por unos John David Washington y Robert Pattinson que desarrollan una química fantástica en pantalla, a los que se suma una impresionante Elisabeth Debicki que, sin embargo, tiene la mala suerte de interpretar al peor personaje de la película (la frase sobre el fin del mundo y su hijo me hizo carcajearme en mitad de la sala por alucinante) ya que cuenta con el dudoso honor de ser lo que denomino “personaje Frodo”: un deus ex machina basado en un personaje para el que hacer las cosas bien a la primera no entra en sus planes. Un desliz que aleja por centímetros a “Tenet” de la perfección a la que aspira durante todo el metraje.
Nolan da con la tecla al saber alejarse de ese sentimentalismo que rezumaba “Interstellar” o de las lecciones políticas de la –por otro lado magnífica– trilogía de “El Caballero Oscuro”. “Tenet” es café para muy cafeteros. Su máximo logro está en no perderse en la intrincada premisa sobre la que se desarrolla la historia. Como si el propio Nolan fuera un personaje de Borges que recorre la memoria de su laberinto. El manejo del concepto del tiempo que el británico propone en “Tenet” es exquisito. No recurre a ninguno de los tópicos en los que suelen caer los directores que utilizan la paradoja temporal como motto de sus obras. Está claro que Nolan sabe que la nueva concepción del tiempo es el elemento narrativo más interesante en esta época líquida en los que vivimos. Como bien se explica en uno de los clásicos diálogos explicativos de la Nolan, para entrar en profundidad hay que abandonar la mentalidad lineal; es esta la suspensión de incredulidad que propone el director y sin la que la película carece de sentido. Mientras que en “Dunkirk”, Nolan estaba haciendo una película de guerra narrada de manera posmoderna de manual, aquí el desarrollo es mucho más bello y sutil. El resultado: una auténtica maravilla que deja la puerta ligeramente entreabierta a una posible continuación.
Además de los elementos narrativos, “Tenet” cuenta con varios detalles quizás menos llamativos que se convierten en las guindas de un pastel de primera categoría: la banda sonora espectacular, que ayuda a mantenerse –más todavía-– enchufado en todo momento a lo que vemos en pantalla (“The Plan”, el tema que Travis Scott ha firmado para la película); una muy cuidada selección de localizaciones y vestuario y varias referencias literarias y culturales bien escogidas y sembradas a lo largo del filme. “Tenet” maravilla y trata al espectador con respeto, como un adulto. Se hablará mucho de ella, algo que, en los tiempos que corren, donde muchas de las películas que se nos ofrecen desde los grandes estudios de Hollywood son remakes o biopics o sagas intrascendentes ya es mucho. Además invita generosamente a un segundo visionado para disfrutar de la telaraña que Nolan ha tejido con maestría y determinación. Normal que quisiera estrenarla cuanto antes y que le dolieran tanto los retrasos. Películas así no se ven, ni se filman, todos los días.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.