Antes de empezar a desgranar la artesanía pirotécnica que es “Spider-Man: Across The Spider-Verse”, estaría bien que quedase constancia que hay que valorar esta película teniendo en cuenta de que se trata de la primera mitad de algo más grande. Es importante recalcar esto, porque el final es un cliffhanger que va a dejar a más de uno, con la boca abierta y diciendo “¿En serio?”. Dicho esto, toca abrir el corazón y dejar la dopamina fluir porque nos encontramos ante una de las películas de animación más profundas y bien animadas de la historia. Si “Spider-Man: Into The Spider-Verse” ganó el Óscar a mejor película de animación con toda la razón del mundo, su secuela ha venido para decirle “Aparta, que voy con todo”.
La trama decide aproximarse con un afán psicológico por Miles Morales, dejando atrás su foco sobre lo que significa ser Spider-Man y acercándose a una pregunta mucho más existencialista: ¿quién es Miles Morales? El guion parece el típico de una película del hombre-araña: la dualidad entre ser un héroe y mentir a la familia, el amor que se dificulta por no saber mantener un balance y la aceptación de que no todas las buenas acciones llevan a resultados positivos. Sin embargo, a esto se le suma la lucha contra un destino inamovible y el enfrentamiento del individuo contra la sociedad. Todo de forma meta-referencial y no dudando en aprovechar los personajes que la historia de Spider-Man ha brindado.
En cuanto a la animación, pues eso, es LA PELÍCULA DE ANIMACIÓN. Hay una mezcla de estilos que intenta que cada personaje se sienta único a pesar de encontrarnos con cientos y cientos de Spider-Mans. Spider-Punk se mueve en una especie papel maché, Spider-Gwen vive en un mundo de acuarelas nostálgicas, Miguel O’Hara salta entre un trazo definido y otro difuso por el neón futurista, y The Spot (villano excelente en su crecimiento) mezcla técnicas de animación nuevas con pinceladas sencillas. Esta idea se les aplica a los universos por los que se balancea Miles Morales hasta llegar a un punto en el que animación se convierte en narrativa. Aunque sea una gozada de ver, hay una tendencia al exceso, donde los tempos de ciertas situaciones se vuelven algo cortos y la cantidad de información en pantalla puede ser abrumadora. Al menos cuando comienza. Tras su acondicionamiento, el ejercicio artístico fluye hasta convertirse en una obra de arte.
Con sus aristas por limar, “Spider-Man: Across The Spider-Verse” llega sobrada al podio de las mejores películas del superhéroe arácnido junto a “Spider-Man: Into The Spider-Verse” y “Spider-man 2”, de Sam Raimi. La verdad, no me extrañaría que se volviese a llevar el Óscar a mejor película de animación.
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