Ganadora del Premio de la Crítica en el pasado Americana Film Fest de Barcelona, la primera película de Emma Seligman, “Shiva Baby”, basada en un cortometraje homónimo de la directora protagonizado por la misma actriz, Rachel Sennott, utiliza la forma de comedia ágil y brillante para señalar la presión que todavía sigue ejerciendo la comunidad judía sobre sus miembros, también en tiempos de mayor flexibilidad y apertura mental.
Incluso se podría pensar en “Shiva Baby”, por su ritmo, sus diálogos rápidos y la variedad de secundarios, como una sofisticada versión de la screwball comedy clásica en la que el personaje central que es puesto bajo presión deja de ser el hombre para serlo la mujer, en este caso, una joven estudiante, Danielle, que, en medio de una tradición luctuosa –una shiva: la recepción de visitas a los parientes de un recién fallecido–, se encuentra con sus amantes –un hombre mayor que ella y una amiga de la infancia– y sus respectivas familias. Como en varias de aquellas películas, el filme tiene también una localización básica, la casa en la que se desarrolla la shiva, un único lugar que representa esa opresión que siente la protagonista, una excelente Sennott, cuyo rostro es un libro abierto de las inseguridades y complejos de su personaje. Además, el uso habitual de primeros planos que encierran el rostro de la actriz redunda en la asfixia de Danielle. Sin embargo, el defecto al que podría haber dado lugar tal premisa, la teatralización de la historia y su encallamiento, es hábilmente eludido por la puesta en escena de la directora y por su fluido guion, que reparte la acción por distintos emplazamientos de la vivienda.
Especialmente eficaz es la destreza cómica de Seligman, quien se nos revela como una gran conocedora de los recursos del género. En ocasiones, el espectador se encuentra ante una sinfonía cómica en que, incluso, la voz y el tempo de personajes secundarios surten un efecto hilarante. No le da miedo caer en ciertos clichés, no ya de la familia judía, sino de cualquier familia (el padre despistado, la madre enérgica y verborreica, la anciana dura de oído...), pero los utiliza con convicción, segura de que el material que maneja es bueno. Por otra parte, Seligman añade en los diálogos una sorprendente franqueza sexual, insólita en ambientes familiares como el retratado en el film, lo que lada cierta distinción por si todo lo demás, lustroso y regocijante, supiera a poco.
Ayer la vi y no me pareció tan extraordinaria, bajo mi punto de vista es una película correcta y muy bien filmada, pero los personajes, como bien se comenta en la crítica son clichés previsibles y le restan originalidad al montaje. Mi sensación es que estaba revisitando alguna comedia típica de Woody Allen, pero con algunas actualizaciones. Eso sí, las interpretaciones de los actores principales, sobre todo la protagonista son ejemplares.