HBO estrena ‘Woodstock 99: Peace, Love, And Rage’ (21), documental que versa en torno a todo lo acontecido durante la celebración del tristemente famoso festival celebrado en 1999. Una cita de pretensiones mastodónticas, cuyos organizadores ofertaron como revival del Woodstock original celebrado en 1969 –y tras la exitosa edición de 1994– exprimiendo aquel eslogan de paz y amor que, sin embargo y en esta ocasión, degeneró en brutal espiral de tumultos, violencia de todo tipo y machismo. El director Garrett Price se centra en la búsqueda de aquellas circunstancias que, combinadas y en plena sinergia, funcionaron como catalizadoras de los graves disturbios registrados en Rome (Nueva York) entre los días 22 y 25 de julio de 1999.
Garrett Price profundiza en base a (muy) diferentes testimonios y ópticas aportadas por testigos e implicados, desde los promotores Michael Lang y John Scher –que tienden a declinar responsabilidades– hasta algunos de los artistas que copaban el cartel –con declaraciones clarividentes de Moby, The Offspring, Korn o Jewel–, pasando por personal de seguridad, periodistas y asistentes. Un empeño, el del realizador, de acierto más que notable y que resulta esclarecedor tras señalar como motivadores del desenlace a la masificación, el calor, la precariedad de parte de las infraestructuras, o los elevados precios dentro del recinto (los cuatro dólares por botellín de agua fueron tan comentados que incluso aparecieron en un capítulo de The Simpsons). Sin embargo, en el devenir de esos acontecimientos que incluyeron un fallecido por hipotermia, multitud de agresiones sexuales, incendios, destrozos y saqueos, también influyó la propia selección de grupos por parte de los organizadores. Los cabezas de cartel recayeron sin tapujos sobre algunas bandas de talante rudo, que copaban la por entonces todopoderosa cadena MTV influyendo en veinteañeros de toda Norteamérica.
Era justo ese tipo de público, y no otro, al que con más bien poco disimulo se orientaba Woodstock 99, con Kid Rock, Red Hot Chili Peppers, Bush, los propios Korn, Metallica, Rage Against The Machine o los insufribles Limp Bizkit (en todo su apogeo populista) como principales anzuelos para la audiencia. A punto de comenzar el nuevo siglo, algunos de esos nombres parecían haber cogido definitivamente el testigo del grunge como tendencia imperante, cambiando la filosofía tolerante e igualitaria blandida por líderes como Kurt Cobain, Eddie Vedder o Michael Stipe por una arrogancia vulgar, macarra y excelsa en testosterona. Carnaza en estado puro para un público joven, a tope de hormonas y (con demasiada frecuencia) deseoso de sacar a relucir su orgullo de macho alfa, que según avanzaba el festival decidió dar rienda suelta a sus instintos más primarios. Lejos de intentar calmar los ánimos, algunas de las bandas pudieron avivar una rabia cada vez más creciente con su actitud sobre el escenario, caso de (un estúpido) Fred Durst o de los mismos Red Hot Chilli Peppers, quienes ante los primeros conatos de incendios tuvieron a bien improvisar “Fire” de Jimi Hendrix.
Garrett Price consigue encajar todas las piezas para concretar un metraje interesante, creíble y muy atractivo gracias a su equilibrio narrativo. A través de sus dos horas de duración, ‘Woodstock 99: Peace, Love, And Rage’ (21) expone la secuencia de los hechos con agilidad y pulso, mostrando cómo el horror transformó la ilusión de asistir a un evento histórico en una travesía peligrosa de agobio casi infernal. Lo que tenía que haber sido una celebración de la música en directo, terminó convertida en un escaparte de cafres que ejecutaban delitos ante la supuesta inmunidad proporcionada por el caos. Un fin de semana de furia azuzado también por los abusos de unos promotores que intentaron exprimir el asunto hasta la última gota, apurando unos límites que al final resultaron ampliamente rebasados.
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