NOPE (¡Nop!)
Cine - SeriesJordan Peele

NOPE (¡Nop!)

9 / 10
Daniel Grandes — 19-08-2022
Empresa — Universal Pictures España
Fotografía — Cartel de la película

Jordan Peele (“Get Out”, “Us”) no podría conseguir lo que consigue como cineasta de género si hubiera dejado de lado todo aquello que aprendió como cómico. Parece obvio, pero esto va más allá de que el estadounidense se permita concebir sus historias de terror siempre desde una perspectiva algo desenfadada, donde el mal viaje se articula también desde el gag, el chascarrillo y la sátira. Las pesadillas de Peele funcionan justamente porque imitan la estructura del chiste. Aquel que acude al cómico en busca de risas debe estar dispuesto a regalarle su ingenuidad, de la misma forma que quien recurre al cine de terror lo hace con la esperanza de que la pantalla le transporte a un estado de inocencia e indefensión. Aquel que cuenta un chiste debe estar siempre un paso por delante, pendiente en todo momento de que el relato que pronuncia desemboque siempre en lo inesperado, en el “pero”.

Es ese “pero” el que consigue que una descripción al uso se convierta en un buen chiste. Van dos por la calle “pero” se cae el del medio. Al igual que ocurre en la frase anterior, ese “pero” se convierte en una barrera estratégicamente colocada entre lo cotidiano y lo extraordinario. Las dos anteriores películas de Jordan Peele buscaban que aquello recogido dentro de las convenciones de un subgénero de terror concreto (un slasher y un thriller de doppelgängers) se vean siempre condicionadas por un “pero” sobre el que acabará recayendo la esencia de la propuesta. En “Nope” no sólo ocurre lo mismo, sino que se coreografía lo que podría entenderse como un manifiesto a favor del “pero”.

La última propuesta de Jordan Peele es, por encima de todo, uno de los ejercicios de fantástico más estimulantes de los últimos años. La salida de la zona de confort está asegurada en un universo cinematográfico donde el dispositivo está siempre del bando de la fascinación. Basta con enfrentarse a la primera imagen de la película, tan propensa al shock como llena de preguntas, para dejarse llevar por este cabaret de género donde bailarines, magos y equilibristas bailan sobre un mismo escenario. Peele pone en escena un terror fluido, donde las fronteras marcadas por los códigos de diferentes subgéneros se desvanecen por completo en favor de la creación de una mitología heterogénea, llena de contradicciones, prejuicios y, por consecuencia, llena de fascinación. “Nope” es una obra que cree que no hay contexto roto que la fascinación por el fantástico no pueda volver a unir.

Tras unos años donde la figura del conspiranoico se ha visto ensuciada por el individualista egoísmo del negacionista, se aboga aquí a favor de una reapropiación del arquetipo del inconformista soñador (diseñador de “peros” por excelencia) entendida desde una mirada colectiva y unificadora. Si “Don’t Look Up” nos pedía que mirásemos arriba con tal de aceptar que la realidad que habitamos está condenada a la ruptura, “Nope” nos dice que ni de broma lo hagamos por eso, sino para todo lo contrario. Peele nos pide que miremos arriba para conectar con la inocencia del que mira algo que sabe que nunca entenderá en su totalidad. El cielo es para el estadounidense un símbolo de todo aquello inabarcable (por eso mismo el color indescriptible que Lovecraft proponía no podía venir de otro sitio…). Es admirable cómo el paneo ascendente se convierte entonces en un gesto desbordante de intención, totalmente a disposición de lo que nosotros no sabíamos que necesitábamos. En un contexto histórico dominado por la dictadura de la imagen y la sobreexposición constante a bombardeos de información, donde la realidad nunca había sido tan omnipresente, reenfocar las cámaras hacia el cielo es un acto político, un homenaje al fantástico.

“Nope” se plantea durante todo su metraje las ventajas y los inconvenientes de que este horror colectivo deba desplegarse en una contemporánea sociedad del espectáculo. Peele se lo pasa bien haciendo malabares con cualquier paradoja que pueda surgir de las sinergias entre lo oculto y lo viral, de lo prohibido y lo masificado. ¿Cómo podemos mostrar al mundo lo imposible si en el mismo momento en el que sea filmado este se convertirá en posible? ¿Cómo debemos convencer al espectador de que aquello que ve es relevante si para llamar su atención ese mensaje debe adoptar los códigos del siempre falso e instrascendente espectáculo? “Nope” es la muestra de que todo hito humano, incluso el más inexplicable, nunca podrá ser nada más que un espectáculo. Peele, encontrándose ante algo nunca jamás visto, no llamaría a un científico, sino a un director de fotografía. Si no es visto no existe y si es visto, es un show. Si “Encuentros en la tercera fase” reivindicaba el sonido como instrumento para que la otredad nos entienda, “Nope” señala a la imagen como vehículo para que los nuestros puedan disfrutar la otredad.

Pero es que el mayor mérito de lo último de Jordan Peele no reside en el hecho de que me podría pasar todo el día escribiendo sobre ella (de verdad os lo digo, me dejo mil cosas en el tintero con tal de no estropearos la película), sino en su capacidad de, dejando incluso de lado todo esto, desenmascararse como una aventura rotundamente divertida, tan inmensa como sugerente. Es fácil dejarse arrastrar por “Nope” de la misma forma que es sencillo dejarse llevarse por un buen Spielberg, De Palma o Carpenter (sí, creo que Peele es ya una figura esencial para el cine de género). Por mucho que considere que esta propuesta sí pueda resultar algo más inflexible que las anteriores –quizás por dejar menos espacio al humor explícito en favor de poner en primer plano a la imagen traumática– es envidiable la capacidad de Peele por traer a la pantalla un terror universal, de ese que por las noches era capaz de reunir a toda la familia delante del televisor para ver “The Twilight Zone” o “Historias para no dormir”. “Nope” es maravillosa porque se permite ser todo lo que quiere ser, sin restricciones ni pretensiones, quizás porque es consciente de lo relevante que es la historia del cine para ella (¿podría ser este el primer remake de la primera imagen en movimiento jamás registrada?). “Nope” es maravillosa porque es imposible que ante esta miscelánea de ideas, géneros e imágenes uno no se sienta ante el mejor de los “peros”.

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