“No mires arriba” (“Don’t Look Up”) ha llegado estas Navidades a Netflix para darnos la sátira social que necesitamos estas fiestas en las que había que estar juntos, pero distanciados y con limitaciones. Además, no es que la haya hecho un cualquiera, sino que Adam McKay, el genio que convierte temas complicados en comedias inteligentes, es el escritor y director. Para darle forma y convertirla en un productor para grandes audiencias ha reunido a los titanes del cine Leonardo DiCaprio, Meryl Streep, Jennifer Lawrence y Jonah Hill, entre muchos otros, para hacer la que debería ser la película que nos reventase la mente durante estas semanas. Y digo debería, porque eso es algo que solamente ha conseguido en parte.
Tenemos un guion que derrocha ironía y buenas ideas, en el que el humor está servido con buenas dosis de dramatismo, tenemos un ritmo trepidante en la primera mitad, pero también tenemos una película a la que le sobra, por lo menos, una hora de metraje. Y es que, como espectadores, no solamente somos testigos de cómo a los protagonistas se les van las cosas de las manos, sino que también lo somos de cómo al bueno de McKay se le escapa lo mejor de la película por entre los dedos. Las secuencias de CGI son bastante flojas, los sentimentalismos casan más bien poco con el tono general de la cinta, la actuación de Ariana Grande va más allá de ser un gag poco gracioso hasta llevarnos a suplicar que la escena termine ya.
Quizás sea algo habitual en los directores que pasan por Netflix, a quienes les sueltan un presupuesto para que hagan lo que quieran sin una productora que acote sus ideas. Así se estrenan obras kilométricas como “The Irishman” de Martin Scorsese o historias en las que la técnica se come parte de la sustancia como “Roma” de Alfonso Cuarón, por citar dos ejemplos. Es posible que a McKay le haya pasado algo parecido puesto que, a mitad del minutaje, los personajes dejan de importar y es el sensacionalismo el que les roba el protagonismo. Alguien debería haber recordado que la contención es también una forma de narrar.
En todo caso, si os apetece un poco de crítica social, bromas sobre políticos en situaciones de emergencia y acidez alrededor de mesías digitales como Zuckerberg, Bezos o Musk, esta es vuestra película. Si queréis algo igual de inteligente, pero bien medido, mejor empezad viendo otras películas de McKay como “Vice” o “The Big Short”.
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