Diez años después del estreno de su primer largometraje (“Stockholm”, 13) y todavía con la resaca de su galardonada “As Bestas” (22) y el éxito de su última ficción seriada (“Antidisturbios”, 20) en la cabeza de muchos, el realizador Rodrigo Sorogoyen regresa a la pequeña pantalla para hacer lo que mejor sabe: removernos de pies a cabeza y radiografiar hasta el tuétano nuestros sentimientos más primarios.
Las herramientas empleadas en esta ocasión para dicho propósito son los caminos entrecruzados de Óscar (Francesco Carril) y Ana (Iria del Río), una pareja de treintañeros que construye su vida en común ante nuestros ojos y a lo largo de diez (nuevos e intensos) años. Unidos por un relevo generacional de escasas horas, la química instantánea entre ambos (pese a sus enormes diferencias) comienza a cocinarse sin oposición a golpe de mañaneo improvisado y música de Nacho Vegas. Todavía no lo saben, pero la Nochevieja de 2015 les va a cambiar la vida.
Convertidos prácticamente en voyeurs sentimentales de sus idas y venidas (especialmente, durante el soberbio plano secuencia de su último episodio), se nos concederá la oportunidad de entrar sin llamar en esta particular y arrolladora década que se extiende hasta el presente, haciéndonos partícipes de sus ilusiones, intimidades, reproches, deseos, bromas privadas, charlas agresivo-pasivas, rencores e inseguridades. Tan brillante como desgarradora, la interpretación de la dupla nos atraviesa con su cercanía, haciendo nuestro ese irrefrenable choque de trenes que supone el fin de la juventud y el rechazo a la rutina. Un fresco repleto de lugares comunes y cotidianos que nos hará sonreír estúpidamente (cuando comprar unos esquíes de segunda mano pasa a ser una aventura de divertidas y románticas desdichas) y hasta llorar de impotencia (cuando un viaje a las entrañas de la Berghain se convierte en una auténtica pesadilla en vida).
Sin anclarse en su propia prerrogativa y con el riesgo presente de poder caer en una fórmula repetitiva y limitada, Sorogoyen prevé dicho peligro narrativo y lo extingue con clase, ofreciéndonos un surtido de líneas de guion paralelas que nutren y complementan su arco principal. Además de la conformada por sus protagonistas, “Los Años Nuevos” se compone de muchos otros ejemplos de parejas que, rompiendo la cuarta pared y sonriendo con entrañable timidez a cámara, desnudan sus miserias y bondades y aleccionan desde la experiencia a estos dos amantes destinados a complementarse. De un inesperado y arrebatador Benjamín Prado a una mayúscula Ana Labordeta, pasando por otras muchas caras resultonas de nuestra ficción que aquí terminan por dar el do de pecho (Pablo Gómez, Anna Alarcón, Ana Telenti o Malena Gutiérrez entre otras).
Los años también pasan más allá del retorcido y complejo vínculo entre Ana y Óscar, tal y como observamos con esas sutiles puntadas de realidad en segundo plano que nos van dotando de contexto (el Brexit, el auge de la ultraderecha en los timelines de nuestros allegados, la Inteligencia Artificial, el lenguaje inclusivo y por supuesto, la pandemia). Salvando las distancias, esta impecable resolución en la cronología de los hechos nos aproximará a una suerte de “Boyhood” (14) a la española, donde el mal de la nostalgia no tardará en hacer de las suyas. La mejor medicina para tales efectos termina resultando ser la música, excelentemente aplicada al ritmo del relato a partir de una cuidada selección con algunas de las mejores voces de la escena independiente patria (al mencionado Vegas se le suman Joe Crepúsculo, Iván Ferreiro, Rodrigo Cuevas, Sílvia Pérez Cruz, La Bien Querida, Standstill y muchos más).
Aun siendo el amor el nexo de unión entre sus diez sobrecogedores episodios (narrados desde el pulso de quien ha visto conjugado el mismo en todas sus facetas), la posibilidad de llegar a plantear escenarios excesivos y desvinculados de la pasión a pie de calle desaparece por completo gracias a la humanidad exultante de la propuesta (méritos adicionales para convertirla en una de las mejores ficciones que veremos este año). Mano a mano con Paula Fabra y Sara Cano en tareas de guion, Sorogoyen esquiva el tópico y nos sacude en la cara aquellas imperfecciones, vicios y descalabros que verdaderamente constituyen una relación, siendo sus comprometidos un cruel reflejo de nuestros propios miedos, traumas y debilidades. Abrirá heridas y sanará otras, pero nadie resultará indiferente ante el abrumador paso de “Los Años Nuevos”.
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