“Libertad”, el debut en la dirección de largometrajes de Clara Roquet, coguionista de “10.000 km” de Carlos Marquès-Marcet y "Petra", de Jaime Rosales, entre otras, es una película de afectos desviados.
El film, que entronca temáticamente con la brasileña “Una segunda madre” (15) de Ana Muylaert, aborda las diferencias de clase a través de la mirada femenina. Tres madres y tres hijas, siendo dos de ellas la misma. La maternidad como oficio de riesgo. No es casualidad que sea una mujer quien dirige (al igual que la cinta brasileña).
En el marco de unas vacaciones en la Costa Brava de una familia de Barcelona, Nora, la hija de catorce años –adecuada María Morera, que se va consolidando poco a poco como actriz después de “La vida sin Sara Amat”– mira a su alrededor con la extrañeza e incomodidad propia de la adolescencia. La llegada de Libertad, la hija de Rosana, la cuidadora colombiana de su abuela aquejada de Alzheimer –espléndida Vicky Peña, ¿próximo Goya a actriz de reparto?–, representa aire fresco y vientos de novedad para la chica. Por contra, Libertad no se siente a gusto fuera de su país y guarda rencor a su madre por abandonarla cuando se marchó a España años atrás. Además, Nora siente hostilidad hacia su madre (Nora Navas) y esta, por su parte, teme ser olvidada por la suya enferma, quien, en cambio, siente estima intransferible por su cuidadora.
Este entramado de afectos no correspondidos o desviados hacia otras personas (incluso de clase distinta) que, resumido así, en pocas líneas, puede transmitir la equívoca idea de encontramos ante un culebrón sentimental fatigoso está expuesto, sin embargo, con un equilibrio medido que aleja al film de planteamientos televisivos. La construcción del mecanismo narrativo a partir de la mirada de Nora como eje central permite la dosificación de las diversas situaciones y la evolución del personaje hasta extremos arriesgados y sugerentes que desenmascaran las adolescencia como terreno pantanoso.
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