“La Serpiente” es una de las series de lo que va de año porque trata al espectador como a un adulto y no escatima en crueldad ni peca de moralismo. La nueva apuesta de Netflix, co-producida por la BBC (garantía de calidad), y que se estrenó a principios de abril, se ha convertido en una auténtica sensación. Una narración vistosa, original y efectiva que acompaña a una trama adictiva, inquietante y sórdida.
No se equivocaban sus defensores. “La Serpiente” –y no los ochocientos biopics bienintencionados y mal ejecutados con las que las productoras nos han asediado en los últimos años– es la razón por la que existen las series y las películas basadas en hechos reales. La historia de Alain Gautier, un criminal que, junto a su pareja Monique (ambos nombres son falsos) se dedicó a estafar, envenenar, matar y robar a decenas de turistas occidentales en la década de los setenta en países del sudeste asiático y el Asia meridional como Tailandia, Nepal o India, era un diamante en bruto que en manos de un gran equipo, se ha convertido en una joya audiovisual.
Ni el mal ni la justicia vienen representados de la manera habitual, sino plagados de claroscuros. Así, ambos, se agrandan aún más. La encarnación del bien puro y de los cuerpos diplomáticos en el personaje de Knippenberg es un contrapunto perfecto para un protagonista criminal tan carismático y repulsivo como el que interpreta (magistralmente) Tahar Rahim. Pero “La Serpiente” no solo acierta a la hora de retratar a los personajes principales, que también, sino que logra que el espectador pase ocho horas viviendo en un entorno infernal, donde cualquiera puede tropezar, caer y morir en cualquier momento, ya sea por la corrupción institucional o por los buscavidas y criminales profesionalizados. Del mismo modo la burocracia de las fuerzas del orden, así como el papel de ciertos diplomáticos en sus destinos, se dibujan no sin cierto desapego por los hombres de traje.
“La Serpiente” es una serie tan necesaria de ver como necesaria de ver con calma. Los empachos de series cada vez más habituales no encajan con una producción perfectamente elaborada y cargada de sentimientos contradictorios. Como cierta comida de la región, “La Serpiente” es una delicia pero difícil de digerir.
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