¿Es culpa mía por seguir acudiendo interesado al nuevo proyecto de Amenábar? Probablemente sí. ¿Ha perdido el talento el director que sorprendió al mundo hace ya casi 25 años? Probablemente también. ¿Es "La Fortuna" una de las series más bochornosas que he tenido la desgracia de ver? No tengo ninguna duda.
‘La Fortuna’ es una serie fallida en lo narrativo, infantil en lo político y semiprofesional en lo interpretativo. Un auténtico dolor de muelas al que uno acaba acostumbrado a partir del tercer episodio como se acostumbra uno a la rutina al volver de vacaciones. Ahorca a la fuerza Amenbábar, que sume al espectador exigente en la incredulidad por lo que está presenciando. “¿Serán reales las líneas de diálogo que acabo de oír?” Os contesto por adelantado: sí, lo son, aunque parezca imposible. Amenábar consigue vulgarizar todo lo que toca en ‘La Fortuna’. Las películas de abogados, el amor o las aventuras son algunas de sus víctimas en esta serie que Movistar+ ha tenido la poco fortuna de producir.
Sin embargo todo queda lejos de la pulsión del realizador de unir a las dos Españas en una serie de cuatro horas y media. Los personajes protagonistas, que encarnan esta división, son Álex, un joven diplomático atlantista, número 1 de su promoción, proveniente de la burguesía de provincias; y Lucía, una funcionaria aburrida, defensora de lo público, LGTBI y vegana. Ambos han de cooperar para devolverle a España el tesoro de La Fortuna, un barco que volvía de las Américas y que fue hundido por los ingleses a principios del siglo XIX. Sin embargo, la serie está tan mal facturada que el asunto del barco pasa sin pena ni gloria. Resulta imposible sentir ningún tipo de emoción al respecto. ‘La Fortuna’ intenta convertir al espectador en un maniquí sin corazón ni cerebro. Solo así puede uno entrar en una narración tan mala: con dirección de telefilme y ritmo de reloj de juguete.
No he llegado a tiempo a leer el cómic original en el que está basada la serie -‘El Tesoro del Cisne Negro’- pero me cuesta mucho creer que el trabajo de Paco Roca y Guillermo Corral fuera así de malo. El antagonista, por poner un ejemplo, Frank Wild (interpretado por Stanley Tucci, un buen actor solo en un elenco mediocre) no aporta ningún detalle interesante sobre su persona de manera orgánica. Todo son frases sobre su inteligencia y su encanto, gracias a los cuales es un rico cazatesoros que se mete a todo el mundo en el bolsillo, pero dicha inteligencia y dicho encanto no aparecen en ningún momento en la serie. De hecho, tampoco se mete a nadie en el bolsillo. Es todo rarísimo. Al contrario, Wild parece el clásico malo de película infantil, sin matices y sin nada mejor que hacer que ver a los héroes llegar para combatirle, en este caso en los tribunales. Y no me digan que lo de su hija es un matiz, por Dios.
Las crisis de confianza del entorno de Wild supongo que serán un intento de lección sobre algo, como casi todo en ‘La Fortuna’. Aunque no sepamos de qué. Queda para el recuerdo la memorable la conversación política del segundo episodio entre Lucía y Alex, explicando las diferencias entre ellos con la complejidad de unos niños de preescolar que repiten a medias en el colegio lo que escuchan de sus padres en casa.
Amenábar debería tener más cuidado con lo que presenta en público. La idea de la serie era perfecta para haber firmado un soberbio thriller jurídico y de espionaje y, al final, lo único en lo que ha sido certero ha sido en reflejar la ineptitud de los adultos españoles para hablar inglés.
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