Hace unos años, en plena fiebre de los entrenamientos en casa por la pandemia, Magnus von Horn conquistaba a la crítica con “Sweat”, una película sobre una especie de “Patry Jordan sueca”. El año pasado estrenó en el Festival de Cannes “La chica de la aguja”, con guion escrito por él junto a Line Langebek, y ahora llega a nuestro país.
En esta ocasión, nos cuenta la historia de Karoline, una joven danesa cuyo marido desapareció en la Primera Guerra Mundial, y que malvive como puede e intenta, parece que sin éxito, conseguir un futuro mejor. Éste es el punto de partida sin spoilers, porque la manera de vender la película está siendo otra que recurre a algo que no se conoce hasta pasadas hora y media, con lo que es un poco extraño estar viéndola bajo esa premisa.
Reajustadas las expectativas, nos encontramos decisiones que parecen apoyarse más en lo arty que en lo narrativo, como en la fotografía (muy buena, eso sí) o en esos interludios que parecen querer llevar el relato hacia el terror, pero no se atreven del todo.
“La chica de la aguja” es una película fallida en cierto modo, que no parece querer contarnos un viaje concreto y lo arregla como puede hacia el final, pero elevan el material los momentos en los que se vislumbra el objetivo y, sobre todo, las interpretaciones de Vic Carmen Sonne y de Trine Dyrholm, a quien también vimos deslumbrar en la reciente “Reina de Corazones”.
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