Este verano os toparéis con todo tipo de reinas empoderadas en vuestras ficciones de cabecera. Desde abogadas de piel verde hasta legítimas herederas a lomos de un dragón. Pero ninguna le llegará a la suela de la zapatilla (blanca, por supuesto) a Kleo Straub (Jella Haase), la nueva anti-heroína por excelencia de Netflix. Con el visto bueno de nada menos que Stephen King y a manos del sobresaliente ingenio de Hanno Hackfort y Richard Kropf, la trama de esta “historia verdadera en la que nada de lo narrado sucedió de verdad” nos somete a unas idas y venidas trepidantes en las que la pasión, la patria, la traición y el techno se dan la mano frente a un telón de acero marcado por los años más cruentos de la Alemania post-comunista. “Kleo” no es solo el personaje femenino más carismático con el que os toparéis en mucho tiempo, sino también la responsable de dar forma a una de las novedades más singulares y sorprendentes que el gigante del streaming nos ha entregado este verano.
Con actitud naíf, pero despiadada a rabiar, Kleo se ganará tanto vuestros corazones como vuestros respetos. No os dejéis engañar por la ternura de su semblante, ni por esos refranes y cancioncillas demodé con las que edulcora su frialdad, pues tan pronto se las apaña para elaborar un veneno casero con la carne de un pez globo como fabrica su propio explosivo con el que volar en mil pedazos a quien se la intente dar con queso. Con más disfraces en el armario que Mortadelo, esta maestra del engaño es capaz de todo con un único propósito en mente: la venganza. Si nos ponemos un tanto tarantinianos (y no es baladí, si apuntamos también las altas dosis de violencia surrealista y gratuita con la que nos deleita la mencionada a lo largo de sus ocho capítulos), Kleo puede recordarnos sustancialmente a una suerte de Beatrix Kiddo centro-europea a la que, espoleada por la rabia y la desconfianza, la vida le ha llevado a elaborar su propia lista negra de nombres a los que exigir justicia. Sin embargo, y para lamento de la propia Straub, cada cadáver dejará a su paso más preguntas sin responder que enrevesarán la trama poniendo cada vez más culpables sobre la mesa y provocando que la tensión y la acción no cesen.
Por su parte harán el resto una exquisita fotografía en tonos pastel, una banda sonora plagada de icónicos nombres de la escena post-punk alemana ochentera (a excepción de alguna licencia de la mano de los Chunguitos, Jeanette y Santiago Auserón cuando nuestra heroína recala en Mallorca), y una galería de secundarios con los que aprenderemos más sobre el contexto en el que se desarrolla este complot henchido de giros de guion y vendettas (desde un poli fracasado que busca su ocasión para medrar en el cuerpo, hasta un descabellado compañero de piso que nos adentrará en los inicios de la cultura rave alemana). Si estas razones os han convencido para conocer a la joven del momento, tan solo os queda romper la cuarta pared a la unánime consigna de “Immer Bereit”.
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