La rápida e inesperada realización de “Kinds Of Kindness” justo después de acabar el rodaje de “Pobres criaturas” con gran parte del mismo equipo artístico y técnico hacía pensar en este film como una suerte de divertimento entre amigos: los actores principales son los mismos (Emma Stone, Willem Dafoe, Margaret Qualley) con el único cambio de Jesse Plemons en lugar de Mark Ruffalo. De hecho, la idea de ejercicio alternativo viene reforzada, una vez visto el film, por su estructura juguetona: son tres historias distintas en las que los actores cambian de papel excepto uno, muy secundario, pero con cuyo nombre se titula cada uno de los capítulos y que sirve de ligera, aunque suficiente, argamasa entre ellos. Es este un recurso, baile de máscaras, completamente cinematográfico en tanto que imposible de trasladar a la literatura, campo que, por otra parte, sí ha explorado –desde Balzac a Elizabeth Strout pasando por Sherwood Anderson– la unión de relatos a través de personajes anecdóticos.
Lanthimos, amigo de los excesos, nos inquieta con la primera historia –la mejor–, nos desespera con la segunda (pese a su final burlón) y, tal vez exhaustos por las dos anteriores, nos deja un poco igual con la tercera, que quiere ser la más liviana (con todas las comillas que se nos antojen tratándose del director griego). Las tres abordan un mismo tema: la dominación y cómo nos rendimos a ella sin importar las humillaciones que nos inflijan o las pruebas irracionales que nos planteen. Una vida acomodada es la fuerza que soporta la dominación de la primera historia; el amor, la segunda; y la aceptación de una comunidad o familia, la tercera. En este enfrentamiento entre subyugados y subyugantes tiene sentido el intercambio de caretas que propone el film: hay quien, sea cual sea la situación, está destinado a ser siempre víctima o verdugo. Es Stone la más beneficiada, en lo que a matices se refiere, en un reparto que, en conjunto, funciona a la perfección.
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