Cuando, después del éxito de “Years And Years”, se anunció que la siguiente serie de Rusell T. Davies estaría protagonizada por Olly Alexander e iría sobre la pandemia de VIH en los ochenta y noventa en Londres, se hicieron principalmente dos observaciones. Primero, la coña de que el cantante de Years & Years iba a protagonizar una serie del director de “Years And Years”. Segundo, que sorprendía la temática puesto que Davies fue tremendamente criticado cuando creó “Queer As Folk” porque ésta parecía tener lugar en una realidad alternativa donde no había VIH. En una reflexión publicada en The Guardian, el autor también del revival de “Doctor Who” cuenta por qué lo hizo (no os lo voy a decir porque viendo “It's A Sin” también te haces una idea del motivo), y da alguna que otra pincelada sobre lo que supone sacar esta serie en 2021, haciendo paralelismos con la pandemia de coronavirus.
Leyendo el mencionado texto queda claro que Russell T. Davies ha querido poner aquí toda la carne en el asador y, sobre todo, que ha puesto su corazón en este proyecto. ¿Se corresponde eso con un buen resultado? Sí y no. “It’s A Sin” es una buena serie, y un buen recorrido por la época y por lo que supusieron los años duros del VIH. A la vez, hay varios aspectos que le restan: un montaje algo errático, supongo que al querer abarcar tantos años (ese momento en que Jill está con Gloria, y en la siguiente escena hace “muchísimo tiempo que no la ve”, por ejemplo), ausencia de mujeres trans (llamativo al ser de las mayores afectadas por la pandemia) y, sobre todo, un acercamiento muy superficial a sus protagonistas: Ritchie aparte, sabemos solo pinceladas de los personajes de Omari Douglas y Callum Scott, y casi nada de los de Nathaniel Curtis y David Carlyle... por no hablar de Jill, claro. Interpretada por una espléndida Lydia West, Jill acaba siendo tan o más protagonista que Ritchie, pero queda reducida a un rol de cuidadora que, aunque entendemos que sea para reflejar lo que se le debe a tantas Jills de la época, podría no haber sido tan brusco (y, sí, ofensivo) con solo acercarnos más a su vida. ¿Quizás una miniserie de solo cinco episodios no era el mejor formato para esto? ¿Quizás también cederle la dirección de los cinco episodios a otra persona no era la mejor idea? Peter Hoar, procedente de “Daredevil”, “Da Vinci's Demons” o “Iron Fist”, hace un trabajo bastante solvente, pero aquí era necesario algo más, porque muchas veces se nota todo un tanto frío, y no nos acercamos a estos chicos tanto como lo hicimos con la familia de “Years And Years” – aunque running gags como el “La!” ayuden a suplir esto.
Eso sí: cuando Davies acierta, acierta, y cuando “It's A Sin” se propone darte donde duele, lo consigue. Como se dice ya en redes, el nuevo “episodio 4 de 'Years And Years'” es aquí el episodio 3, pero no es lo único por lo que ver esta serie en estos momentos tan difíciles igual no es buena idea (o sí, eso lo dejamos a juicio del lector y de su estado anímico). Hay momentos durísimos y a la vez preciosos, como el papel de Neil Patrick Harris, el cierre del episodio dos (con ese guiño a “Philadelphia”) o la forma en que se van desarrollando los acontecimientos en el último episodio, con ese plot-twist que debería suponerle una lluvia de premios a Keeley Hawes. Y hay ideas brillantes, como ese momento meta en el que nos remarcan el paralelismo con la pandemia actual –Ritchie no lo sabe, pero Davies sí. O como el hecho de que para explicar el estigma de los VIH+ se cuenten no solo los despidos o las negativas a organizar funerales o las mentiras de las familias, sino que se recurra a algo tan sórdido y a la vez tan efectivo como lo que ocurre en la habitación de hotel.
O como uno de los primeros momentos de la serie, aquel en el que el machote-y-distante padre de Ritchie (o eso pensábamos) le da unos condones “para que no le crees problemas a ninguna chica” y, en cuanto se aleja, Ritchie los tira al agua sonriendo. Qué tonto su padre, que no se entera de nada. Como le diría Jill unos episodios más tarde, “tu problema no es la ignorancia, tu problema es que eres demasiado listo”. Entre esa actitud y la actitud que se instauró después de “sexo entre hombres = SIDA” hay un sinfín de grises, claro. Entre el terror que quería evitar Davies con “Queer As Folk” y los comportamientos temerarios hay grises. Hay cautela, y hay responsabilidad –también la afectiva, de la que Ritchie no va sobrado, aunque ese “pecado” no sea enteramente culpa suya ni de tantos otros, como explica Jill. Y es que el propio Ritchie es odioso y tiene comportamientos horribles, pero a la vez (quizás en esto ayuda el rol de Lydia West) sentimos cariño por él, y entendemos la lucha que lleva. Quizás todo esto sea otro de los paralelismos con el presente que a Russell T. Davies tanto le gusta hacer: nuestro presente está tremendamente polarizado. Y necesitamos grises.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.