Indiana Jones y el dial del destino
Cine - SeriesJames Mangold

Indiana Jones y el dial del destino

7 / 10
J. Picatoste Verdejo — 30-06-2023
Empresa — Disney +
Fotografía — Cartel de la película

El cartucho final de Indiana Jones –al menos el de Harrison Ford– recuerda al del James Bond de Daniel Craig: dos personajes icónicos del cine necesitados de un acabado ya sea por los cambios de la sociedad, en el caso del agente 007, o como sucede aquí, de la edad avanzada del protagonista.

Así, tanto en “Sin tiempo para morir” como en este “Indiana Jones y el dial del destino”, hay una autoconciencia de capítulo final que lleva a incluir reminiscencias de los anteriores. Hay incluso elementos que remiten a otros filmes emblemáticos de Ford como si fuera también su último: en la parte inicial, Jones, al igual que el fugitivo Richard Kimble, es buscado por un asesinato que no ha cometido.

Las magdalenas proustianas de esta quinta entrega toman forma de veteranos actores emblemáticos de la saga (John Rhys-Davies), la sustitución de otros (hay un pillo que hace las veces del Tapón de “Indiana Jones y el templo maldito”) o ambientes y contextos ya transitados como la Alemania nazi. Además, como pasara con Ana de Armas en “Sin tiempo para morir”, se impone la inclusión de un personaje femenino poderoso que contraste con la habitual presencia femenina residual, si no incordiante, en películas de aventuras típicamente masculinas. En este caso, Phoebe Waller-Bridge como la resuelta ahijada de Indy.

Pero “Indiana Jones y el dial del destino” tiene la virtud del equilibrio: la huella del pasado no ahoga el resultado final de una cinta que incorpora también pasajes propios inéditos, como una aventura marina. Si bien el desarrollo de la cinta es irregular en cuanto al interés que suscitan las aventuras que lo integran, el ritmo es constante, siempre pasa algo y las pocas pausas necesarias están medidas.

Pero si en algo triunfa el film es en una de las tareas más arduas: cómo acabar. Emotiva hasta la lágrima, la cinta articula desde el inicio, y sin delatarlos, los recursos y las excusas argumentales perfectas para concluir –incluso en un doble final– siendo fiel al espíritu del personaje a la vez que dotándole de una humanidad insólita.

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