Los titubeos de los dos primeros capítulos de la segunda temporada de “Hierro”, cuya primera entrega la convirtió en candidata a mejor serie española de siempre, resultan una anécdota que sirve para ilustrar lo alto que estaba el listón, y no una señal sobre el empeoramiento de la salud de uno de los proyectos más ilusionantes de la ficción nacional.
Afortunadamente, “Hierro” sigue siendo tan brillante como fue. Y no era nada fácil. O, al menos, eso creíamos nosotros, pobres espectadores, ante la sucesión de morralla televisiva a la que nos tenemos que enfrentar a diario al hacer scroll en las diferentes plataformas de streaming. La calidad es lo novedoso en la edad de oro de las series que tanto tiempo y atención nos consume.
La segunda temporada de “Hierro” nos hace reencontrarnos con un personaje icónico como el que interpreta Candela Peña y que lleva su mismo nombre. Jueza en El Hierro, madre sola de un niño con problemas de salud que le hacen dependiente de un respirador, una mujer dura y difícil, que no pide compasión, que trabaja de manera profesional y que sigue sus principios hasta el final. Cueste lo que cueste. En esta nueva entrega de ‘Hierro’ volvemos a encontrarnos con ella, con la isla (menos protagonista que en la primera temporada) y también con Díaz (Darío Grandinetti), otro personaje buenísimo, siempre cerca de su platanera (uno de los elementos de conflicto durante estos seis nuevos capítulos), cerca de su hija (muy bien Kimberley Tell) y cerca de Candela. Su baile vuelve a ser el metrónomo de una serie que, en esta ocasión, escoge como motor el caso de una familia rota y casi maldita. Aunque no llegue a colisionar nunca con Candela, es fascinante verlos orbitar alrededor del otro.
Parece que en 2021, los personajes revolucionarios son hombres y mujeres mal llamados “chapados a la antigua”. Se preocupan de sus vidas, por hacer su trabajo y pretenden que su familia esté bien. Solo así, con tan primarias y eficientes motivaciones, nos encontramos con un racimo de personajes de los que queremos seguir descubriendo más y más porque no son nunca predecibles ni torpes. Hasta se permite jugar con un arquetipo como Fadi Najjar, que, incluso vestido siempre de negro y siendo siempre desagradable, no termina de resultar evidente. O, al menos, aburrido en su evidencia.
La nueva temporada de “Hierro” vuelve a apostar por el misterio y el crimen, pero consigue no ser dependiente de ellos. Y es que “Hierro” es el gran relato de personajes de los últimos diez años en España; se llega a ella por el misterio de los inicios y nos quedamos por lo humano, como en la vida real.
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