Sin pretenderlo, Scott Beck y Bryan Woods, que previamente dirigieron “65”, survival con Adam Driver, en “Hereje” ponen en entredicho la capacidad del cine de terror para incomodar al espectador en lo más hondo, para agitar su marco mental, para debatirle las ideas preconcebidas. Y es que en “Hereje” hay dos películas, una intriga intelectual, y otra, la parte final, que entronca directamente con el cine de terror, al menos, en su forma más evidente. En una comparación entre las dos, gana de calle la primera. Cuanto más se aleja de aquella, más convencional se vuelve.
Sirviéndose de un planteamiento básico, casi teatral, tres personajes encerrados en un único escenario a resguardo de un exterior lluvioso, la película plantea un debate entre dos posiciones ante algo tan actual como eterno: la religión, las creencias y la manipulación. Quien provoca el enfrentamiento es un hombre aparentemente afable –colosal Hugh Grant, actor que ha decidido pasárselo bien en el último tramo de su carrera– que acoge dos chicas de una congregación religiosa que lo quieren atraer hacia la organización. Estas dos jóvenes tienen, por su parte, perfiles marcados lo que permite a la película jugar con las dinámicas de poder entre los tres personajes: la novicia (Chloe East), la joven experimentada (Sophie Thatcher), y el avieso corruptor de ideas (Grant), que les va a proponer retos.
Un desarrollo sugerente, atractivo, amenizado con eficaces trucos de ambientación para poner el mal en el cuerpo. No se ha entrado todavía en el campo del terror, más bien en el del thriller psicológico. Ahora bien, cuando Woods y Beck deciden descender (literal y metafóricamente) a los terrenos del terror, el film pierde interés y encanto. Así pues, “Hereje”, en su brillantez, le hace un flaco favor al género: cuando entran en juego los trucos del terror, estos se revelan inofensivos ya que lo mejor –el planteamiento y un malvado de entidad– ya ha pasado y no ha necesitado de golpes de efecto.
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