Háblame
Cine - Series / Michael Y Danny Philippou

Háblame

6 / 10
Daniel Grandes — 18-08-2023
Empresa — A24
Fotografía — Cartel de la película

Durante estos últimos años, películas como “Skinamarink” o “We’re All Going To The World’s Fair”, junto a fenómenos virales como las backrooms o el analog horror, han permitido discernir un posible futuro camino para el cine de terror, uno pasionalmente arraigado a la cultura de Internet. Los cineastas (e incluso críticos) que cojan el testigo del género en los próximos años serán, inevitablemente, aquellos que descubrieron el horror audiovisual en la pantalla de ordenador y no en la de cine. Me incluyo sin miedo dentro de estas “juventudes creepypasta”, ese grupo de espectadores que no pudo evitar darse cuenta de que los títulos de crédito de “Háblame” (“Talk To Me”) comparten fuente con las notas que uno tenía que recoger en el videojuego de “Slenderman”. Siendo estos youtubers, cuesta no leer la ópera prima de Michael y Danny Philippou como un intento de trasladar una forma de entender el terror estrictamente cibernética a los códigos de un cine de género contemporáneo que aún se resiste a encontrar cine de género fuera de las salas (o, como mucho, los televisores).

La mayor virtud de “Háblame” reside en la desfachatez y seguridad con la que se pone en escena no tanto los temores de las nuevas generaciones, sino la forma en la que estas observan aquello que, por definición, deberían temer. La primera mitad de la película se convierte en una reflexión autoconsciente acerca de los cambios que la mirada juvenil provoca en los arquetipos y códigos canónicos del género. Los hermanos Philippou creen que, a la hora de filmar lo imposible, un plano-contraplano es igual de relevante que el plano desenfocado y tembloroso grabado con un teléfono móvil. Siguiendo la hipótesis ya propuesta por Jordan Peele en “Nope”, los cineastas defienden que la contemporaneidad no puede entender lo sobrenatural alejado de la noción de espectáculo. Lo extraordinario sólo puede serlo desde el filtro de lo viral (y, por lo tanto, de las redes sociales). “Háblame” funciona sobre todo como traducción de los retos nacidos de Internet —“Charlie, Charlie”, “La ballena azul”— desde las formas de referentes directos y explícitos como “Hereditary” (la mejor escena de la película se lo debe todo) o “Insidious” (la idea de la conquista del cuerpo débil).

Lo aprendido de Ari Aster y James Wan parece tan relevante para los cineastas como el aprendizaje adquirido de una realidad social que ha condenado a las nuevas generaciones a una pasividad absoluta hacia la violencia y la muerte. La omnipresencia de esta tipología de imágenes en la contemporaneidad es lo que obliga a los personajes de “Háblame”, en primera instancia figuras kafkianas y absurdamente inmunes a los eventos paranormales, a redescubrir el miedo. Los hermanos Philippou aciertan (e incluso emocionan) en su intento por coreografiar una reconquista del “temer” por parte de unos jóvenes que en la actualidad parecen nacer valientes. ¿Soy el único acaso al que la escena en la que uno de los protagonistas tiene miedo a dormir solo le parece anacrónica? A través de una reapropiación de la crudeza del cine de Franz y Fiala (ese inicio huele a “The Lodge”...) y de la concepción de un terror metafórico que Robert Mitchell planteaba en “It Follows” (las ETS se sustituyen en este caso por el fentanilo), “Háblame” aspira a ser un retrato generacional que de verdad implique a la generación Youtube.

Dice habitualmente Xavi Sánchez Pons que solemos olvidar que Roma no se construyó en un día y que el estilo de un cineasta no puede consolidarse en su primera película. Escribir sobre “Háblame” (y sobre todo criticarla) sin tener en cuenta su condición de ópera prima sería un error, de la misma forma que lo sería resistirse a señalar sus debilidades, siempre con la seguridad de que tanto las luces como las sombras son aún puras potencialidades. Porque sí, estamos ante un experimento sólido pero también cimentado sobre estructuras y propuestas ya demasiado asimiladas. Mientras que cuando abrazan la comedia —al más puro estilo “Deadstream” o “Bodies, Bodies, Bodies”— los Philippou apuntan a poder convertirse en los representantes de Sam Raimi para la generación Mr. Beast, sus capítulos más solemnes (sobre todo durante su segunda mitad) caminan sobre lugares excesivamente comunes y plantean problemáticas mucho menos ilusionantes. Lo singular no le sienta bien al guion de “Háblame”, o al menos no tan bien como una pluralidad que, irónicamente, deja florecer la singularidad autoral de los recién estrenados cineastas.

Aún demostrando cierto pulso imaginativo tras la cámara, todas las set pieces ajenas a las posesiones están impregnadas de una timidez cortante, enfatizada por una dirección algo mecánica, quizás más por respeto que por desconocimiento. Poca novedad se puede rescatar de un tramo final que, a excepción de sus últimos segundos, parece olvidar su propuesta inicial en favor de un drama familiar poco inspirado. Lo memorable de “Háblame” se concentra en su propuesta más esencial, cercana al episodio de “La Zarpa” en “Historias para no dormir”, que hubiera convertido la pieza de los Philippou en un excelente episodio de “VHS” pero que resulta mucho menos efectiva en forma de largometraje. Sin embargo, la precuela ya confirmada llena a uno de esperanza (toda ella estará construida desde la perspectiva de las cámaras de los teléfonos móviles). Como bien señala Sánchez Pons, las primeras películas están para aprender sobre uno mismo. Aunque por descontado lejos estoy yo de la verdad absoluta, sí que presiento que el futuro de los Philippou debe pasar por abrazar sus orígenes, evitar parecerse a la gran pantalla y encontrar su marca de identidad en todo lo que aprendieron en la pequeña. No necesitamos que el youtuber se convierta en cineasta, sino que el cine abrace lo que el youtuber sabe.

 

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