En 2010, a Quentin Dupieux –conocido en el ámbito musical como Mr. Oizo– se le ocurrió lanzar una película en la que un neumático mataba a gente con poderes telequinéticos. En cada uno de sus proyectos, ese absurdo ha evolucionado hasta encontrarnos con la que, quizás, es la mejor obra de este músico y director: “Fumar provoca tos” (“Fumer fait tousser”). Con este film ha sabido encontrar el punto en el que convergen las ideas descerebradas y el mimo por la metáfora y la profundidad.
Tras enfrentarse a una tortuga demoníaca, una rata babeante obliga a un grupo de Power Rangers llamado Tabac Force a tomarse unos días de vacaciones para reforzar la cohesión del equipo. Todo según lo previsto, la premisa promete una historia en la que los defectos de cada uno se anulan con las virtudes de los demás. Pues no, es una montaña rusa de genialidad y excentricismo. Robots suicidas, un casco que te convierte en el asesino de un slasher, una boca sin cuerpo y una niña con repuntes ecológicos. Los cambios de género son constantes y las ideas fluyen sin freno en un seguido de pequeñas tramas a lo largo de la historia principal. Lo mágico es que hilan los temas de la película construyendo una visión desternillantemente pesimista sobre la falibilidad y la estupidez del ser humano.
Una idea genial que en una narrativa algo más duradera hubiese funcionado mejor, pero que en los ochenta minutos de metraje pide que el espectador entre y salga de la película cada dos por tres. Un ejercicio constante que imposibilita un vínculo con los protagonistas. Sin embargo, el discurso nihilista perdura por encima de la emoción. No trasciende, pero sí invita a reflexionar. Del esperpento nace un relato crítico sobre el patetismo humano.
Quentin Dupieux afila cada vez más su estilo y puede llegar a ser el profeta que pide el cine absurdo. Solo queda ver cómo enfoca la profundidad de “Fumer fait tousser” en sus futuras películas.
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