Si algo ha definido el presente verano de 2022 ha sido el abrumador regreso de los festivales a nuestra agenda de compromisos sociales. Por ello, no es casual que Netflix haya decidido que éste fuera el momento idóneo para recuperar una de las mayores catástrofes festivaleras de nuestra historia reciente. Mucho antes de la estafa a voces del controvertido Fyre Festival o de la inundación en barro y heces del Glastonbury de 2005 hubo un ejemplo de cómo la diversión se puede tornar en auténtica tragedia: la batalla campal que tiñó de fuego y devastación los supuestos tres días de “música y paz” del Woodstock de 1999.
Muy lejos del espíritu original de su edición de 1969, este “Fiasco Total: Woodstock 99” nos muestra los inicios de esa codicia festivalera que aún a día de hoy no está extinta del todo y pone de relieve un debate en el que las culpas se desvían entre balones fuera y sonrisas socarronas. De unas verdes laderas de cuento a un yermo páramo de asfalto, este Woodstock expuso unas expectativas frustradas desde su primera jornada, alimentadas a su vez por ese erróneo concepto de liberación generalizada que distaba de la justificada esencia opositora en la audiencia de los sesenta. Pocas metáforas mejor representadas que ese himno de Estados Unidos interpretado por Wyclef Jean mientras una lluvia de basura conquista el escenario y enmarca esas ilusiones utópicas que irremediablemente bajan a lo terrenal de golpe.
Indudablemente hay algo de cautivador en cómo las masas se vuelven locas con tan solo oír el punteo inicial del “Blind” de Korn o en cómo Fred Durst consigue sincronizar al público con un simple movimiento de mano. Pero, desgraciadamente, la música no es la protagonista de esta historia. Gracias a su vivida narrativa, esta miniserie dirigida por Jamie Crawford nos adentra en el abc de todo lo que puede salir mal en un festival (tomen nota, promotores). No hay bandos a los que asirse: una directiva de hippies trasnochados y desubicados con más responsabilidades de las que pueden abarcar y que niegan toda evidencia, sumada a una América descerebrada, dominada por una muy incorrecta forma de gestionar su toxicidad. Un cóctel espeluznante de circunstancias que periodistas, asistentes y empleados del festival nos narran desde sus particulares puntos de vista a lo largo de tres episodios en los que casi se puede sentir ese in crescendo de ira contagiosa en el ambiente y donde se abren demasiados melones sin, desafortunadamente, culpables ni soluciones. Michael Lang, contigo empezó todo.
Por último un apunte: si os queréis ahorrar minutaje, pero queréis comprobar de igual forma lo que sucedió en el festival estadounidense, siempre podéis acudir a HBO y disfrutar del más que recomendable documental de un solo episodio sobre el tema titulado "Woodstock 99: Peace Love and Rage" y luego discutimos sobre lo innecesario que resulta volver a realizar otro documental sobre el mismo tema y los mismos parámetros, más allá de la evidente lucha entre plataformas.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.