De todas las sensaciones que provoca “Fantasya Odyssey” la que más permea pasadas las horas es que Pedro Ladroga ha querido dar un salto de ambición –al igual que otros artistas de su generación– y ha comenzado a pensar a lo grande, en proyectos donde su identidad creativa y artística esté igual de presente, pero que integren otras disciplinas.
En su caso, esta “Fantasya Odyssey” combina la inclasificable música que sale de Ladroga Lab con la animación y el diseño 3D. El viaje de Pedro Ladroga recorre un imaginario que ya ha mostrado de manera consciente y consistente a lo largo de su carrera; lo venenoso, lo kinki, los coches, lo digital, lo fantástico y lo lúdico, por intentar enumerarlas para ilustrar al lector neófito en el universo del sevillano. También por llevar un conteo de la riqueza del mismo. No es lo mismo hablar de las “tres efes” que intentar formar un universo mezclando unas referencias que no tienen nada que ver entre sí.
El resultado es interesante. “Fantasya Odyssey” realmente consigue sumirte en un estado anímico y emocional particular. No sé si porque yo entré a los cines Palacio de la Prensa de Madrid con un ánimo receptivo, atento, con el corazón dispuesto a recibir una dosis de desamor venenoso de Ladroga, pero salí de allí impresionado. Las letras de Pedro Ladroga son tristes y certeras, no gastan energía en adornos y llegan directas a dónde deben. Las versiones en directo que preparó para este filme artístico-musical ayudan a ello. Si desde aquí puedo apuntar algo al respecto, claro.
La vocación de conectar con el público también está presente. Es evidente que la audiencia de Pedro Ladroga ha conseguido quedarse a vivir (aunque sea como segunda residencia) donde Pedro Ladroga dice. Así que este “Fantasya Odyssey” es un premio para ellos, entre el directo y el videojuego, concebido desde el principio como una forma de superar los exiguos directos virtuales de la afortunadamente cada vez más lejana cuarentena. El esfuerzo de un equipo que ha trabajado casi sin presupuesto recibió su recompensa cuando Filmin y Jägermeister se unieron al proyecto y respaldaron este delirio creativo. En el preestreno en el Palacio de la Prensa de Madrid se montó una verdadera party que, además de la proyección, incluyó un directo del artista y un aftershow de locos. Porque todo el mundo sabe que aunque que lo virtual esté bien, con lo virtual no vale.
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