A nadie le sorprendería escuchar una sentencia tan directa como la que determina que los españoles y los italianos nos parecemos mucho. No solo por compartir una gastronomía común o un carácter mediterráneo afable, ni tampoco por el hecho de que ambos países hayan hecho historia en la animación mediática a lo largo del presente año (recordemos el incuestionable éxito de “Pobre Diablo” en HBO). Por desgracia, el símil entre nosotros que expone el artista gráfico e ilustrador Zerocalcare (Michele Rech) en “Este mundo no me hará mala persona”, su nueva miniserie animada para Netflix, va más ligado al irrefrenable auge del populismo agresivo que ha comenzado a conquistar, sin remisión ni detención, las mentes más volubles de la ciudadanía media.
Con perspectiva de webserie y narrada en primera persona (tal y como ya hiciera en su pertinente precuela, “Cortar por la línea de puntos” y en cada una de sus novelas gráficas), el viñetista italiano vuelve a trasladarnos al núcleo duro de la precaria y periférica vida de barrio, donde un centro de acogida para familias refugiadas –y el respectivo deseo de su cierre, por parte del incipiente nazismo que cada vez ocupa más cuota de pantalla– se convertirán en la chispa de ignición de una trama que, poco a poco, revelará sus sucesivas y complejas capas. Y es que, lo que a priori parece ser un relato dispuesto a desarrollar la empatía social y retratar las fronteras humanas que dibujamos en aras de hacerle la vida más difícil al prójimo, termina convirtiéndose en una amarga reflexión sobre la madurez millennial, la deconstrucción y revisión masculina, el deterioro de la amistad y la dicotomía del capitalismo.
Una línea narrativa de lo más intrincada y delicada sobre la que se sustenta una propuesta no exenta de diversión y entretenimiento, pues su peso y cuerpo quedan diluidos gracias a la sostenida inclusión de gags, golpes de humor negro, una banda sonora exquisita (con nombres como The Cure, The Clash, Oasis o Moderat) y referencias a la cultura pop que despertarán las atenciones y los gustos de aquellos que ya pinten canas. Ante todo, el atractivo de la mirada de Zerocalcare y del arco planteado en “Este mundo no me hará mala persona” reside precisamente en esa familiaridad y cercanía con la que es tan fácil sentirse identificado y en su habilidad para encapsular entre ironía y emoción todos los males asociados a la treintena. Todos tenemos un amigo de la infancia con quien lo único que guardamos en común ya es un mero saco de anécdotas nostálgicas y caducas. Todos hemos presenciado cómo el discurso de ciertos medios “asustaviejas” ha emponzoñado las mentes de muchos de nuestros allegados. Y por supuesto, todos hemos pecado de moralistas a la hora de tratar de sermonear a los mismos y reconducirles hacia nuestro individualismo ético. Será precisamente este dilema el que sacudirá la conciencia de nuestro protagonista, pues tras el regreso al vecindario de Cesare, el grandullón que le cubría las espaldas cuando eran niños, se nos narrará, en clave de flashback y desde una sala de testificación, los hechos acaecidos en su barrio, plantando sobre el espectador la semilla de la duda e invitándonos a devorar sus respectivos seis episodios a fin de conocer más.
Si nos remitimos al calendario, no es casual que un relato como el de “Este mundo no me hará mala persona” haya llegado justo ahora, cuando nos encontramos a las puertas de un mes electoral marcado por un embrionario desacelere de derechos y progresos y por la integración del fascismo en nuestro argot. Si al contrario que Zero, no dispones de una conciencia tiquismiquis materializada con forma de armadillo que sepa cómo meter el dedo en la yaga y movilizarte cuando toca, al menos esperamos que la última obra de Michele Rech y la exactitud de su arrojo sí logren hacerlo.
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