El triángulo de la tristeza
Cine - SeriesRuben Östlund

El triángulo de la tristeza

8 / 10
Luis de la Iglesia — 23-02-2023
Empresa — Plattform Produktion, SVT, Film I Väst, arte, Coproduction Office, arte France Cinéma, Eurimages, ZDF/Arte, Imperative Entertainment, BBC Films
Fotografía — Cartel de la película

Hacía tiempo que me sentía algo derrotado con el género de la comedia, incluso la comedia negra que esAlmas en pena en Inisherin (The Banshees Of Inisherin) me pareció algo descafeinada en las escenas que se suponía que eran más irrisorias. Sin embargo, “El triángulo de la tristeza (Triangle Of Sadness)”, de Ruben Östlund, ha sabido edificarse con meticulosidad y varias carcajadas sobre el lema que aparece en las primeras escenas: “We are all equal, ladies first”.

La sátira está servida alrededor de unos personajes con los que no vamos a conectar, pero esa es la intención, porque pueden convertirse en seres despreciables dadas las circunstancias apropiadas (bueno, menos Woody Harrelson que se come la pantalla las pocas veces que aparece en ella). Y de eso trata la película, de utilizar la coctelera flotante que es un yate de lujo para construir y deconstruir roles sociales, de pareja y de género. Seguimos a un par de supermodelos en su intento de arreglar la relación que mantienen y, en su viaje, observamos cómo el mundo al que intentan pertenecer y el mundo del que intentan escapar les trata de la misma forma superficial con la que viven. Siempre dentro de un juego de contrastes.

Lo mismo sucede con los géneros narrativos, similar a lo que propone “Parasite”, de Bong Joon-Ho, “El triángulo de la tristeza”, aparte de la comedia, se aventura con el romance, la reconstrucción de la sociedad, tramas de poderes e incluso de supervivencia. Una especie de “El señor de las moscas”, de William Goldwing, pero con adultos que se valen poco por sí mismos. Aparte de toda esta maestría, hay algo que me impresionó por no ser lo típico con lo que estamos acostumbrados: la aplicación llena de mimo del slapstick. Hay cierto momento en el que las arcadas y los vómitos inundan la pantalla, pero se utilizan para reforzar el mensaje de la película. A pesar de que un par de personas salieron de la sala del cine por no aguantarlo, sentí que existía una conexión entre asco, narrativa y más risas.

Obviamente, no todo es perfecto y la falta de vínculo emocional con los personajes es notable. No obstante, es parte del sacrificio que se tienen que tomar algunas historias para poder consolidar qué quieren contar. Si nos preocupásemos por Karl y Yaya, nos sentiríamos más cerca de ellos, pero Ruben Östlund nos quiere dar la comodidad de solamente ver reflejos de nosotros en ellos.

Tal como he dicho, hacía tiempo que sentía esa derrota con el género de la comedia, por quedarse a medias entre profundidad y carcajadas o, simplemente, valerse de estas últimas. “El triángulo de la tristeza” es la muestra de que se puede reflexionar a diferentes niveles mientras te ríes.

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