Podría decirse que los últimos tiempos no han sido demasiado buenos para el wéstern. La industria le ha dado la espalda a uno de los géneros que la hizo crecer, pero incluso así quedan directores y directoras valientes como Jane Campion, quien se ha atrevido a llevar a la pantalla esta “El poder del perro”.
Presentado en el pasado Festival de Venecia, liga en la que la directora logró el León de Plata a la Mejor Dirección, “El poder del perro” es un western que toca la fibra más sensible al espectador, al tiempo que nos incomoda. Buena parte de ello recae en la actuación de Benedict Cumberbatch, merecedora del Óscar gracias al que es uno de los mejores papeles de su impresionante carrera.
Ambientada a finales del siglo pasado, la historia del film se centra en la vida de dos hermanos Phil (Benedict Cumberbatch) y George (Jesse Plemons), dueños ambos de un gigante rancho en Montana y con personalidades muy diferentes. Phil es cruel, posesivo e inteligente, mientras que George es austero y amable. En el momento en el que George se casa con una viuda del pueblo, Rose (Kirsten Dunst), Phil no solamente enfurece, sino que inicia una guerra buscando destruir la relación utilizando al afeminado hijo de Rose, Peter (Kodi Smit-McPhee), como centro de sus disparos e iras. En la cinta, Jane aborda una deconstrucción sobre el significado de la masculinidad, la empatía y la soledad, donde la tensa relación entre Phil y Peter ejerce de núcleo para el propósito. A todo ello se une una exquisita banda sonora, compuesta por el multiinstrumentista y componente de Radiohead, Jonny Greenwood.
No apta para todo tipo de públicos, Jane Campion ha creado un wéstern atemporal, inmersivo, crudo, perturbador, minimalista y tenso, en el que cada pequeño detalle te hace reflexionar. No es sólo uno de los mejores western de los últimos años, es probablemente junto con “El piano”, la mejor obra de la directora.
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