El faro (The Lighthouse)
Cine - SeriesRobert Eggers

El faro (The Lighthouse)

9 / 10
José Martínez Ros — 08-01-2020
Empresa — A24 / Universal Pictures España

En 2015, el jurado del Festival de Sundace concedió el Premio al Mejor Director a un joven debutante, Robert Eggers (1983), por una película llamada “La bruja”, ambientada en la Norteamérica colonial, la de los Padres Peregrinos y la que vivió los juicios de Salem. Esa ópera prima fue un gran éxito y se convirtió en una de las principales representes de una nueva ola de cine de terror, definida por la crítica y los fans del género con la etiqueta, a menudo peyorativa, de elevated horror. En “La bruja” –como en “The Town That Dreaded Sundown” (2014) de Alfonso Gomez-Rejón, “It Follows” (2014) de David Robert Mitchell, “The Neon Demon” (2016) de Nicolas Winding Refn o “Hereditary” (2018) de Ari Aster– lo que más destacaba era el tono pausado, la fuerza de las interpretaciones y el cuidado estético, por encima de los sustos fáciles o los toque de gore comercial; una atmósfera enrarecida en la que cada detalle, cada línea de diálogo, servía para acrecentar un clima sobrecogedor que nos remitía a clásicos europeos como “El diablo” de Zulawski o “Las tres caras del miedo” de Mario Bava.

Resultaba obvio que su siguiente obra sería acogida con una gran expectación, tanto por lo que habían sabido disfrutar “La bruja” como por sus detractores, puesto que no faltaron los que la consideraron una película aburrida e intelectualoide. Y podemos asegurar que con “El faro” no decepcionará ni a unos ni a otros, porque Eggers ha redoblado su apuesta con un enfoque aún más minimalista: una pantalla cuadrada, una fotografía en blanco y negro tremendamente evocativa y dos personajes atrapados en un escenario casi infernal. Nos situamos de nuevo en el pasado: en este caso al siglo XIX.

En una diminuta isla, habitada únicamente por la gaviotas, frente a la costa de Nueva Inglaterra, se alza un faro. Allí tienen que tendrán que pasar un mes nuestros dos protagonistas: un farero veterano, Thomas Wake (un pletórico, brutal Willem Dafoe, a medio camino entre el Capitán Ahab de “Moby Dick” y el Kurtz de “El corazón de las tinieblas”), y su joven ayudante, Ephraim Winslow (Robert Pattinson, que se las arregla para estar a la altura de su compañero de reparto durante la mayor parte del metraje), un novato cuyo antecesor sufrió una crisis de locura: al parecer sufría alucinaciones y se creía acechado por tritones, sirenas y otros monstruos marinos...

Winslow se encarga de las tareas más básicas y degradantes; su jefe se ha reservado el mantenimiento de la luz del faro con un celo obsesivo. Esto hace que su relación se vaya tensando; están cada vez más aislados debido a las tormentas que golpean a la isla; la soledad, el frío, la lluvia incesante, los chillidos burlones de las gaviotas, van erosionando sus personalidades y los vuelven más impredecibles y violentos; y por si esto fuera poco, además desconfían entre sí: ambos sospechan que su compañero de cautiverio esconde bastantes secretos. Poco a poco, un torbellino de locura se cierne sobre los dos pobladores de la isla.

Con una fluidez y un poderío narrativo envidiables, Eggers construye una de las más abrumadas pesadillas del cine contemporáneo. De nuevo hallamos referencias a clásicos –a “El resplandor” de Kubrick o “Vampyr” de Dreyer–, pero perfectamente asimiladas. Esta es una película dirigida por un (aún joven) maestro al que hay que seguir en sus próximos pasos.

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