El cuerpo en llamas
Cine - Series / Laura Sarmiento

El cuerpo en llamas

7 / 10
Luis M. Maínez — 27-09-2023
Empresa — Netflix
Fotografía — Cartel de la serie

Absolutamente escalofriante. ‘El cuerpo en llamas’ es una bomba lapa de relojería exquisita y mortal que se adhiere al corazón del espectador y que lo hiere durante el transcurso cada episodio. Catártica y angustiosa; si se ve desde el desconocimiento del caso real, apenas verosímil. Una exploración de los demonios más crueles y malvados que habitan en el alma humana. Una quimioterapia dolorosísima, que debilita hasta el límite a quien la ve para terminar curándolo -catárticamente- al verse a sí mismo reflejado en una historia protagonizada por el mismísimo pecado en persona. No hay virtud ninguna en quienes la protagonizan, no se engañen. No todo el mundo es bueno o tiene algo de luz en su interior. Hay para quienes, simplemente, ejercer el bien es no atropellar a la abuela y al nieto cruzando el paso de cebra. ‘El cuerpo en llamas’ es una serie que nos conduce con excelencia por el maldito infierno, Laura Sarmiento y su equipo ejercen de Caronte y nosotros de aterrorizados visitantes en nuestro dantesco recorrido por lo peor del ser humano.

Hacía mucho que no tenía que darle al pause por no poder digerir lo que estaba viendo. Creo que nunca me había distraído tan consciente y voluntariosamente mirando el móvil para apartar la atención del cúmulo de mentiras, engaños y traiciones que refleja la que, sin duda, es una de las grandes referencias de la división española de Netflix en los últimos años. Todo es incómodo, una cama de clavos; cualquier persona con un mínimo de moral ha de mirarse a sí mismo regularmente durante el visionado y encomendarse a su Dios, en caso de tenerlo, para no caer nunca en semejante concepción del amor, la pasión, la vida o la muerte.

Entono el mea culpa. Esta reseña llega con retraso respecto de la inmediatez con la que se suelen analizar las series y las películas en nuestros días. Me ha resultado imposible darme un “atracón” de ningún calibre: ha sido poco a poco, sí, para que el veneno no acabe conmigo.

Dicho esto, sería injusto decir que no he disfrutado viendo ‘El cuerpo en llamas’. Igual que en el mundo clásico, se ha tratado de un disfrute purgativo. Estamos ante una serie muy valiente. No por la inventiva de los creadores, ya que se trata de una historia dolorosamente real, sino por la elección de la misma. Hay muchos casos horribles que narrar, pero no tantos con la fuerza que tiene éste. Lo normal hubiera sido elegir uno en el que la virtud de alguno de sus personajes contrastara con la maldad del mundo, lo supuestamente elevado hubiera sido permitir al espectador identificarse con un héroe o una heroína capaces de combatir el mal orgullosamente. Sin embargo, las caras de la virtud en ‘El cuerpo en llamas’ son un exmarido infiel que consigue salvarse de la quema y una inspectora de los Mossos que no sonríe en ningún momento, y al que el caso parece haberla consumido igual que consume al espectador.

La justicia verdadera, según Quentin Tarantino en el increíble monólogo de Tim Roth en ‘Los Odiosos Ocho’ es fría y desapasionada; la diferencia entre la justicia “popular” y la justicia verdadera radica en que la imparte un funcionario que simplemente cumple con su trabajo. ‘El cuerpo en llamas’ es también un alegato en favor de la justicia, que insiste en que un juzgado no es un escenario, y que el único relato que importa es el de la verdad.

Como ven, me he extendido a lo largo de media docena de párrafos sin hablar de los personajes principales, de esa Rosa Peral y de ese Albert López interpretados con contención y coraje por Úrsula Corberó (qué ganas tengo de verla interpretando alguna vez un personaje que me caiga bien) y Quim Gutiérrez (que gracias a roles como este lucha por demostrar su solvencia también en papeles dramáticos). Dos intérpretes que durante toda la serie demuestran saber que cargan con la responsabilidad de llevar a la pantalla a dos seres deplorables y consumidos por sí mismos y por su terrible naturaleza: violencia, bilis y psicopatía. Es complicado hablar de dos figuras así, también de la de una víctima de asesinato descontrolada y controladora, un loco capaz de demoler una familia por una mujer de la que desconfía y a quien no sabe amar. Los personajes -desgracidamente, las personas- hablan por sí solas en una historia como ‘El cuerpo en llamas’, que, por primera vez en España, recoge la moda del true crime tan en auge en las sociedades occidentales y que ha encontrado un buen vehículo en el formato podcast, quizá porque así, escuchando, nos libramos de ver las acciones terribles de quienes cometen los crímenes.

Escuchamos una narración en lugar de presenciar la atrocidad. No seré yo quien juzgue las filias del ser humano, y menos si son casi inofensivas como el morbo, pero no seré yo, tampoco, quien pueda acostumbrarse a presenciar relatos como este caso Rosa Peral, a pesar de estar magníficamente narrado. El talento del ser humano para contar historias, como tantas otras veces, eleva la mugre que a veces somos a la categoría de arte.

 

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