El callejón de las almas perdidas
Cine - SeriesGuillermo Del Toro

El callejón de las almas perdidas

6 / 10
J. Picatoste Verdejo — 27-01-2022
Empresa — 20th Century Studios España
Fotografía — Cartel de la película

La nueva producción de Guillermo del Toro plantea una paradoja frustrante: cómo una mayor disponibilidad de medios no contribuye a superar una primera versión de la obra datada casi ochenta años atrás [“El callejón de las almas perdidas” (1947), de Edmund Goulding, con Tyrone Power]. Sin embargo, posiblemente la película de Del Toro, relato cruel e implacable sobre la imposibilidad de burlar el destino, no sea tanto un remake del film de Goulding como una excesivamente fiel adaptación de la novela original que dio pie a aquella. No he leído la obra de William Lindsay Greham (reeditada oportunamente por Sajalín), pero solo así se pueden entender ciertas soluciones narrativas que alargan la historia de manera desmedida, plagan el metraje de pistas y explicaciones de lo que va a suceder y, por lo tanto, sustraen toda posible sorpresa al conjunto.

Por contra, el film, bien interpretado –destacan los secundarios Toni Collette, David Strathairn y Willem Dafoe–, juega a fondo la carta del color y de la ambientación, algo que se le da bien al cineasta mexicano, como ya demostró en la delicia visual “La cumbre escarlata”. La fotografía del reincidente Dan Laustsen nos remite al añorado cine clásico, aunque tiñéndolo de turbiedad, y el contraste cromático entre el fuego y el hielo define los personajes de unos ajustados Bradley Cooper y Cate Blanchett, unidos en antitética asociación delictiva.

El diseño de producción es exquisito, especialmente la feria en la que sucede la primera parte, cuando el protagonista perfecciona su don para el embuste. Del Toro incluye, además, unos fetos defectuosos en conserva que nos remiten a “El espinazo del diablo” y que se adecúan a su particular revisión de “Freaks”, realizada a través de las criaturas que pueblan la feria. En consonancia, Del Toro tampoco escatima, aunque fugaces, instantes gore. No obstante, esos golpes de maquillaje sangriento no suplen la eficacia sorpresiva de una elipsis, de lo que tanto va falta la cinta.

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