Tiempo atrás, cuando Internet aún era campo y los nativos digitales conseguíamos lo que queríamos a golpe de click, sin pesos en la conciencia ni consideración alguna hacia la valía de la propiedad intelectual, una persona trabajaba en la sombra para allanar un terreno intermedio, a gusto de todos y a caballo entre la legalidad y el ansia urgente del nuevo consumidor. Esa persona fue Daniel Ek, famoso por haber colonizado los hogares y los dispositivos del mundo entero gracias a su particular empresa tecnológica, conocida popularmente a día de hoy como Spotify. Su historia, fragmentada desde seis puntos de vista diferentes, es la encargada ahora de servir como hilo conductor en “La Playlist”, la nueva miniserie de Netflix con la que Hallgrim Haug y Per-Olav Sørensen pretenden dar a conocer los orígenes del gigante del streaming musical por excelencia y su no-tan-óptimo modelo de mercado.
No exenta de reavivar ciertos debates periféricos que siempre han rotado en torno a la sostenibilidad de la plataforma o la ética de ésta para con los artistas, “La Playlist” nos plantea a lo largo de sus seis episodios los primeros pasos de esta imperiosa empresa sueca desde la visión de su ideólogo (encarnado por un irreconocible Edvin Endre), sus rivales en la industria, sus defensores en los tribunales, sus programadores, sus inversores y, como no, sus generadores de contenido y sin los que su negocio carecería de sentido alguno (representados en la piel y voz de la maravillosa Janice Kavander). Con tintes que recordarán a “La Red Social”, dirigida por David Fincher en 2010, nos sumergiremos en un sinfín de egos, start-ups zuckerbergianas de quita y pon, magnates bañados en champagne y EDM (con homenaje a Avicii incluido), y prodigios díscolos que dejarán claro en todo momento que, a pesar de vendernos un romanticismo utópico como argumento de base, la música no es la verdadera protagonista de esta historia. A pesar de su cercanía en el tiempo, y de las limitaciones actorales de parte de su elenco, esta miniserie nos aporta un interesante enfoque (nada nuevo que nadie no conozca ya, pero que nunca está de más recordar) sobre algunos de los principales conflictos que han sacudido los cimientos de la joven trayectoria de Spotify (desde el proceso que acabó desvirtuando su concepto original, hasta hacer frente al Swift-gate, pasando por la exposición explícita de la precariedad a la que un músico profesional de casi primer nivel puede llegar a enfrentarse).
Ambientada en principios de siglo, cuando aún la piratería era una amenaza real y parecía que servicios masivos con Pirate Bay iban a asestarle la puntilla definitiva a una industria agonizante, la trama logra recordarnos la importancia que tuvo que en un momento dado que los dinosaurios con poder aprendieran a entender que el mundo estaba cambiando e iba a seguir haciéndolo con o sin ellos. Un “de aquellos barros estos lodos” que se suma a esta ya trillada tendencia por acercar el relato fundacional de empresas multimillonarias a los ciudadanos de a pie, situando de manera inconclusa las cartas sobre la mesa y permitiendo al espectador de manera abierta que sea éste quien elija con qué versión de los hechos quedarse, sin romantizar ninguna de ellas ni subjetivizar las acciones de sus personajes, pero recordándonos que, como siempre, en esta historia también hay vencedores y vencidos.
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