Es jueves 16 de marzo y el Festival de Málaga se prepara para una de las jornadas más esperadas de esta edición. La expectación se palpa en los alrededores del Cine Albéniz que, una hora antes del inicio de la proyección, ya muestra una larga fila de madrugadores espectadores en el intento infructuoso de conseguir la ansiada entrada de última hora. Es el mañanero pase de prensa de “20.000 especies de abejas”, la ópera prima de la alavesa Estibaliz Urresola y, media hora antes del inicio, con una cincuentena de personas esperando la apertura de taquillas, nos avisan de que no quedan entradas ni pases disponibles, “no cabe ni un alfiler”. Nos invitan a asistir a su siguiente proyección, diez horas más tarde en el Teatro Cervantes, con noche estrellada sobre el cielo de Málaga y sobre las tablas del teatro, con todo el brillantísimo elenco de la película vestido de gala y presentándonos la propuesta en un Cervantes también lleno hasta la bandera.
Ya nos habían llegado las noticias de la triunfal acogida que tuvo a media mañana en el Cine Albéniz y, un mes antes, en la Berlinale, donde, entre otros premios, la jovencísima Sofía Otero recibió el Oso de Plata a la Mejor Interpretación Protagonista Femenina, convirtiéndose en la primera niña en conseguir dicho galardón en las setenta y tres ediciones del festival.
Tras una pequeña presentación de la película y agradecimientos por parte de la realizadora y productoras sobre el escenario del Teatro Cervantes, ocupan sus butacas junto a todo el elenco entre aplausos; se apaga la luz y comienza el tsunami de emociones a veinticuatro fotogramas por segundo en la pantalla. Nos sumergimos sin parpadear en el verano en el que reflotan las dudas y miedos, removiendo los cimientos sentimentales y cambiando para siempre la mirada de tres generaciones de mujeres, gracias a la exploración, lucha y metamorfosis liberadora de una niña trans de ocho años.
Acompañamos a Ane (una espléndida Patricia López Arnaiz), madre inmersa en una crisis profesional y matrimonial, en su vuelta a la casa materna del pueblo durante las vacaciones estivales, juntos a sus tres vástagos: su hija adolescente, el hijo mediano y el pequeño Aitor (una luminosa y espectacular Sofía Otero que nos estruja el corazón una y otra vez), de ocho años, que se hace llamar “Cocó” y que, cada vez más, crece y se desborda en su interior un sentimiento vital que la asfixia y empuja a querer llamarse Lucía. La búsqueda y la aceptación de la identidad de género en la infancia, con Cocó como protagonista, explorando su feminidad, entre el rechazo y la extrañeza, rodeada de las mujeres de su familia, reflejándose en ellas y haciendo que todas repiensen su propio pasado, presente y futuro vital.
Las aventuras y desventuras de Cocó en ese tránsito de Aitor a Lucía, además de su madre, hermanos, tías, primas y nuevas amigas, tendrá dos pilares fuertes y contrapuestos con dos personajes muy importantes en la historia: la madre de Ane, su abuela Lita (Itziar Lazkano), tradicional y religiosa y, por otro lado, la tía Lourdes (Ane Gabarain), hermana de Lita y amante de la apicultura, más empática y comprensiva. Así, la joven protagonista, que irá reafirmando poco a poco su identidad femenina, pasará gran parte de sus vacaciones buscando por el río, junto a su abuela y parte del pueblo, la figura de un santo robado de la iglesia y, por otro lado, aprendiendo de la naturaleza y ritos, entre colmenas, abejas y miel, junto a Lourdes, su tía abuela. Personajes habituados a interactuar según las normas establecidas en sus colmenas familiares, cada uno y una ocupando el puesto “que le tocó”, bajo el yugo de la fe y tradiciones religiosas, o por el peso cultural de los años, nunca cuestionado… Formas de vivir lastradas por vergüenzas y pudores pretéritos, generaciones acostumbradas a esconder y no compartir sentimientos y, poco a poco, esos deseos frustrados se tornan sufrimientos y terminan por enquistarse, atrofiando y limitando sus vidas y las de sus descendientes que, sin darse cuenta, repetirán patrones. Esa es la presa sentimental que volará por los aires Cocó, provocando una catarsis colectiva con su búsqueda interior y exterior, empujando a sus familiares al espejo y haciendo que se enfrenten a sus fantasmas, aprendiendo y renovando vínculos entre todos ellos, transformando sus miradas y la nuestra. Todo bajo una emocionante estética narrativa cargada de belleza, simbolismo y sutileza a partes iguales, con una vibrante cámara al hombro que nos posiciona como un espectador cercano, casi como un personaje más que tiene que posicionarse… Aderezado con un sobresaliente guion y diálogos que cortan la respiración, arrancando sonrisas y lágrimas con la misma naturalidad. Un retrato cercano y desgarrador en busca de la aceptación, introduciéndonos con magistral delicadeza en el seno de una familia que podría ser la nuestra, para que sintamos a flor de piel la dureza y complejidad que supone para unos padres entender que su hijo sufre porque su identidad es distinta a la asignada.
“20.000 especies de abejas” parte del latido de una cruel y trágica historia real que sobrecogió a la creadora Estibaliz Urresola: la presión y el bullying sufrido por un adolescente que, cansado de luchar para que se le reconociera su verdadera identidad de género, se arrojó por un acantilado en 2016. El joven trans dejó escrito que “ojalá los que vinieran después tuvieran un mundo más favorable”. Ahora, con una Ley específicamente Trans por fin aprobada, pero con mucho rechazo y cuestionamiento sobre ella, películas como esta de Urresola son un necesario rayo de luz en la lucha que, ojalá, dejen pronto esta guerra vencida; sembrando esperanza, empatía y comprensión por la necesidad vital de ponerle nombre a lo que no lo tenía y conseguir así, un mundo más favorable, ese que no pudo disfrutar libremente y en paz el joven que se suicidó y tantos otros y otras que siguen sin poder disfrutarlo.
Finalmente, celebramos que, en esta 26ª edición del Festival de Málaga, donde hemos podido disfrutar del exclusivo estreno nacional de la película (el 21 de abril en todas las salas, apunten fecha), el jurado le haya otorgado merecidamente el máximo galardón del festival a “20.000 especies de abejas”, la Biznaga de Oro a la mejor película española.
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