Una vez terminada la cinta la primera pregunta que se le viene a uno a la cabeza es: ¿Trescientos veinte millones y una arrolladora campaña publicitaria para esto? Y es triste, viendo el potencial de la propuesta, su ambientación y especialmente los carismáticos robots de los que hablaremos más adelante.
Los Hermanos Russo siguen su turbulenta andadura después de los grandes éxitos de las últimas cintas de los Vengadores, aliándose de nuevo con Netflix, plataforma para la que firmaron el efectista –a la par de olvidable– thriller de acción “The Gray Man (El agente invisible)”. Porque es evidente que la andadura por la pequeña pantalla de los Russo no está siendo muy brillante: tres películas, tres presupuestos desorbitados y tres fracasos.
En este caso, “Estado Eléctrico”, la cinta ambientada en unos distopicos años noventa en los que robots y humanos se enfrentan, nos cuenta que estos últimos vencieron gracias a un magnate tecnológico –desde luego cualquier parecido con la realidad y con cierto propietario de X es pura coincidencia–, momento a partir del que los robots son desterrados y menospreciados. Desgraciadamente, el desarrollo del guion no lleva a ningún lado, es predecible e infantil –punto entendible, puesto que da la impresión de que ese es el público al que quieren llegar–, pero sobre todo es vacío y sus diálogos no tienen alma ni en lo dramático ni en lo cómico –y ahí se desaprovecha el talento para la comedia de Chris Pratt-. Y ya que hablamos de protagonistas, Millie Bobby Brown y el ya citado Pratt cumplen, pero la química entre ellos no es nada destacable. De hecho, ambos parecen tener más conexión con sus respectivos robots que entre ellos.
E insisto en que es una pena, puesto que tanto la ambientación –con un punto de “Fallout”– como los efectos especiales, la banda sonora –con aciertos como los robots luchando a ritmo clásico, las referencias a Oasis y el cierre con The Flaming Lips– y, sobre todo, los diseños y animaciones de robots –especialmente durante la espectacular batalla final– merecían algo mejor.
Resumiendo, “Estado Eléctrico” surfea de manera superficial por temas como la inmigración, las minorias sociales o la construcción de muros –temas muy actuales, obviamente–, pero se muestra incapaz de mostrarnos el alma de la que los robots hablan en todo momento. Mucho potencial, sí, y muy desaprovechado también.
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