A la espera del estreno del “Nosferatu” de Robert Eggers (programado para finales de año), salta a la vista que la industria cinematográfica ha optado en este 2024 por relegar al streaming los pocos títulos vampíricos que hemos recibido a lo largo del curso: con “El Último Viaje del Demeter” viviendo una segunda juventud en plataformas o con el reciente remake de “El Misterio de Salem’s Lot” siendo estrenado directamente en Max.
Gary Dauberman nos confirma con este último lo que llevamos años sospechando: que las adaptaciones de Stephen King deben reservarse a manos más curtidas en el cine de género, o de lo contrario seguiremos acumulando cintas de serie B moderna condenadas al olvido inmediato. Por su parte, un desaprovechado elenco que ha visto días mejores, un montaje con transiciones de primero de audiovisuales, un guion que sobre-verbaliza constantemente sus actos y una atmósfera de telefilm de sobremesa pobretón hacen que este regreso a Salem’s Lot no nos salga a cuenta.
Con una hora menos de metraje que la película que Tobe Hopper nos entregaba en 1979, el film dirigido por Dauberman y producido por James Wan encara el reto estéril de dejarnos huella a través de secuencias terriblemente condensadas en el tiempo y resueltas con poca maña. Víctima de la prisa, el film quema etapas narrativas a gran velocidad, abarcando más de lo que puede apretar y buscando a la desesperada impactarnos con escenas vagamente construidas sin haber creado previamente el clímax oportuno para causar la reacción esperada en el espectador. El resultado termina siendo una mirada excesivamente superficial a la obra original que decepciona y frustra cuando menos debe hacerlo.
En su favor, la película no parece sentirse intimidada por la trascendencia y el legado de su texto madre o por el recuerdo de la mencionada cinta de Hopper, sino que muestra con ambición su deseo por significarse en determinados momentos de la historia y no limitarse meramente a reproducir los mismos. Sirva el extendido secuestro del pequeño Ralphie Glick, el descubrimiento del imaginario vampírico a través de los cómics que Mark hojea bajo las sábanas o la notable y desenfadada escena final en el auto-cine como ejemplos de ello. A su vez, y para ganarse la simpatía de quienes en su día tuvieran pesadillas con niños vampiro repicando ventanas en medio de la noche o con conversiones vampíricas en tiempo real, Dauberman no duda en rescatar esas memorables secuencias para arañarle algunas décimas al veredicto final.
Desgraciadamente, ni el fiel rediseño de Kurt Barlow ni sus secuencias más sanguinolentas evitarán que nos olvidemos de estar viendo una película hecha para streaming (con todos los déficits y lagunas que ello acarrea). Con más voluntad que acierto, “El Misterio de Salem’s Lot” provocará que terminemos pidiendo la hora, sintiendo que King ha vuelto a apostar por el caballo equivocado para dar vida a sus páginas.
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