Bitelchús Bitelchús
Cine - Series / Tim Burton

Bitelchús Bitelchús

6 / 10
Fran González — 10-09-2024
Fotografía — Frame de la película

Dice Tim Burton que rescatando a Bitelchús de su ultratumba fílmica ha recuperado el toque direccional y se ve con ganas de volver a la pomada, inspirado como nunca y con ideas que le recuerdan a los viejos tiempos. Una entusiasta afirmación que la crítica de avanzadilla y los afortunados espectadores de la Mostra de Venecia no tardaron en subrayar con unánime acogida e ilusionante apremio. Sin embargo, y tras el estreno oficial de “Bitelchús Bitelchús” en salas, el sí no nos parece tan rotundo como a sus incondicionales y apresurados devotos.

Es cierto que la película seduce continuamente con guiños referenciales que nos harán reconectar de inmediato con el aquel Burton imperial y capaz de todo: efectos analógicos, extravagancias visuales con marca de la casa, menciones de nivel al cine de Mario Baba o a la banda sonora de “Carrie” y un cachondeo continuo en el que tomarse en serio a sí mismo parece la menor de sus prioridades. Pero el festival se resiente cuando poco a poco somos conscientes de su desmedida duración, de la inefectividad de sus descafeinados golpes de humor y de la superflua presencia de algunos secundarios introducidos con calzador.

Ni nos hacía falta una subtrama romántica para Jenna Ortega, ni los chascarrillos de Willem Dafoe terminan de funcionar del todo, ni Monica Bellucci está precisamente lúcida en esa suerte de Sally malévola y vengativa. Apaños resueltos con prisas de última hora que no van a ninguna parte y que nos distraen sin dirección ni fin. Aunque realmente, y si nos ponemos puntillosos, nada de lo que Burton nos cuenta aquí busca llegar a ningún puerto concreto y al parecer ahí reside el verdadero encanto de la propuesta. La cinta se desarrolla enteramente al servicio del entretenimiento y no pretende tener más trascendencia que esa; de ahí que nos tomemos con cierto escepticismo el actual estado de forma del cineasta, pues habrá que verle torear en plazas más arriesgadas para corroborar ese supuesto regreso triunfal.

Si conseguimos obviar sus cuentas pendientes, puesto que desde el momento en el que escuchamos el tema principal de Elfman tenemos claro que hemos venido a pasarlo bien y no a hacer sangre, es innegable que “Bitelchús Bitelchús” sube la media de los últimos productos creados por Burton y nos ofrece varios momentos memorables con los que logra levantarnos de la butaca y hacer que señalemos a la pantalla, presos de la edad y la morriña: los gusanos de arena, la maqueta de Winter River y su famoso puente rojo, las esculturas de Delia convertidas en easter eggs para los más avispados, las cabezas jibarizadas, un sutil Danny DeVito cogiendo el relevo de Simmy Bow, un coro infantil entonando una solemne versión del “Day-O” –más dirigido al desaparecido Harry Belafonte que al protagonista del funeral–, la aparición y función del manual para muertos recientes (esta vez abierto ante la cuarta pared) o la muy sutil mención a los Maitland, que desgraciadamente quedan reducidos a eso. Vamos, que si lo que queremos es reengancharnos al espíritu del relato primigenio, tenemos momentos más que de sobra para hacerlo.

A su vez, huelga decir que la secuela supera su condición de apostilla y crece con momentos originales y propios que convencen con simpático efecto: la reconstrucción de la ex-mujer de Bitelchús a golpe de “Tragedy”, unas divertidísimas Winona Ryder y Catherine O’hara mostrando una inédita complicidad cómica en pantalla, Jenna Ortega explorando más capas de su potencial y consolidándose como musa burtoniana, la sublime justificación de la ausencia del canceladísimo Jeffrey Jones o un Michael Keaton pasándoselo en grande y ajeno a la corrección política que nos retuerce de risa con sus salidas de tono.

Todo ello, sumado al sthendalazo que nos provoca reencontrarnos con una historia generacional de esta talla, hace que “Bitelchús Bitelchús” nos garantice a corto plazo una indudable sesión de divertimento y distracción de la que saldremos satisfechos si acudimos con expectativas comedidas. Pero no nos engañemos: no deja de ser un postizo reencuentro audiovisual (uno más de tantos que corren en la actualidad) que se vale de la nostalgia para embaucarnos y tapar sus carencias. Eso sí, si sirve como primer paso para que Burton comience de nuevo a elaborar historias originales con mejor fortuna que la reciente, bienvenida sea esta secuela.

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